El viernes por la tarde, tras la audiencia propiciada por la jueza de Garantías del Fueron Penal Juvenil, Mabel Berkunsky, se dictaminó la prisión preventiva para el menor de 16 años que ha sido sindicado como el responsable de varios robos perpetrados en el último tiempo.
Como se había informado, en las últimas horas la policía había logrado ubicar al menor, a partir de pesar sobre él sospechas varias en torno a hechos ocurridos tiempo atrás.
Una vez ubicado, finalmente la fiscalía pidió su detención bajo los delitos caratulados como “Robo calificado por el uso de un arma no apta para el disparo”, más “portación de arma”, el menor fue trasladado al instituto Lugones, de la vecina localidad de Azul.
Si bien desde esferas policial se alude a una caterva de delitos que resultaría de autoría del menor ahora detenido, cabe consignar que los antecedentes versan cuando era menor de 16 años, en consecuencia no resultan delitos punibles.
Ahora, con 16 años sí se le puede imputar a través de la reforma judicial concretada, y a partir de ello a priori se lo acusa de dos hechos, aunque no se descarta que existan nuevos elementos de prueba que lo relacionen con otros ilícitos de similares características.
Pero se insiste, la orden de detención como la actual prisión preventiva se corresponde a una causa, aunque los vecinos como la policía lo sindiquen como el autor de una infinidad de hechos sufridos especialmente en la zona de Villa del Parque.
En la audiencia del pasado viernes, la fiscal Marsiglio se valió de aquel delito para peticionar su prisión preventiva, teniendo en cuenta además la peligrosidad que reviste el menor para con terceros, como así también el total desamparo que se encuentra el propio menor.
Ahora quedó internado en el instituto Lugones de Azul, donde deberá aguardar para que se cumplimenten todos los pasos procesales que permitan arribar a un juicio oral en el que se resolverá su situación.

Atado el cachorro terminó la rabiaPor Guillermo Liggerini

Seguramente aquellos vecinos que sintieron que sus vidas estaban en riesgo y que sus propiedades eran vulnerables ante la osadía delictual, hoy estarán algo más tranquilos. También los actores judiciales que se sacaron un denso, delicado, peso de encima a la hora de tener que resolver para con un pibe que está desquiciado, peligrosamente riesgoso para él y para terceros. El “famoso” menor de edad ha quedado entre rejas. En consecuencia, todos deberían recuperar la armonía. Muerto el perro, acabada la rabia, insisten todavía varios limitados pensamientos de personas que creen que sin el pibe entre nosotros, está la solución. En este caso, se decidió encerrar el cachorro, con lo que presupone que se disipó la rabia. La ola delictual que azotaba a determinadas zonas de la ciudad ha cesado con el menor apresado.
Ahora bien, qué pasará más luego, nadie acertaría. Independientemente que el menor debía ser detenido porque a esta altura ya corría serio riesgo de terminar muerto o que matara a alguien, nadie se imagina qué será de él ahora encerrado. Lamentablemente deberá pronosticarse que difícilmente salga recuperado de allí una vez cumplida la pena que le endilguen. Factiblemente saldrá con más rencor e ira de la que ingresó, con sus valores totalmente desvirtuados ante una falta de contención fragante desde sus primeros días de vida hasta su turbulenta adolescencia.
Para mayores datos, el menor en cuestión representa la debilidad, el fracaso del sistema en su conjunto, porque más que una cuestión penal, su caso reviste aristas profundamente sociales. Sin padres y responsable mayor a cargo, ha transitado sus cortos como virulentos 16 años de vida en la marginalidad más marginal, de instituto en instituto, de caño en caño, de robo tras robo. Está claro que el encierro no será su salida, allí no encontrará la paz necesaria para reencausar su vida. Habrá que ver si la del resto ahora sí, una vez que el cachorro ha sido atado.