12/10/2008

Locales

PALPITAR COMUNAL: El príncipe y su fortuna

Por Guillermo Liggerini

“Mar del Plata pone la casa, nosotros los dos puntos”, repentinamente el jefe comunal, Miguel Lunghi, sorprendía frente a los micrófonos de los medios nacionales con repercusión mundial, sobre lo que finalmente será la final de la Copa Davis. La noticia, como la notable frase (por lo original y contundente), que ya ganó todos los titulares de las agencias noticiosas, no hizo más que demostrar dos cosas: el hombre que insiste en presentarse como un pediatra que trabaja de intendente tiene suerte, y mucha. Pero también la ayuda, y mucho.
En la síntesis de El Príncipe, se alude al dominio que ejerce la fortuna en las cosas humanas, porqué no también, en quien le toca gobernar en determinado principado (el lunghismo a veces pareciera transitar en ese estado).
El pensamiento publicado expresa que muchos creen que la providencia gobierna de tal modo las cosas del mundo, que a los hombres no les es dable, con su prudencia, dominar lo que tienen de adverso esas cosas, y hasta que no existe remedio alguno que oponerles. Con arreglo a semejante fatalismo, llegan a juzgar que vale más dejarse llevar entonces por los caprichos de la suerte.
Aquí se estima que la fortuna es árbitro de la mitad de nuestras acciones, pero también que nos deja gobernar la otra mitad, o, al menos, una buena parte de ellas.
Nicolás Maquiavelo compara a la fortuna con un río fatal que cuando se embravece inunda llanuras, echa a tierra árboles y edificios, arranca terreno de un paraje para llevarlo a otro. Todos huyen a la vista de él y todos ceden a su furia, sin poder resistirle. Y, no obstante, por muy formidable que su pujanza sea, los hombres, cuando el tiempo está en calma, pueden tomar precauciones contra semejante río construyendo diques y esclusas, para que al crecer de nuevo se vea forzado a correr por un canal, o por lo menos, para que no resulte su fogosidad tan anárquica y tan dañosa.
Entiende que con la fortuna sucede lo mismo. No ostenta su dominación más que cuando encuentra un alma y una virtud preparadas, porque cuando las encuentra tales vuelve su violencia hacia la parte en que sabe que no hay muros ni otras defensas capaces de contenerla.
En asuntos más concretos, se indica que cierto príncipe que prosperaba ayer se encuentra caído hoy, sin que por ello haya cambiado de carácter ni de cualidades. Se afirma que aquel príncipe que no se apoya más que en la fortuna cae según que ella varia. Cree también que es dichoso aquel cuyo modo de proceder se halla en armonía con la índole de las circunstancias, y que no puede menos de ser desgraciado aquel cuya conducta está en discordancia con los tiempos.

PASO EN FALSO
Que la fortuna está con Lunghi, está claro. Sin embargo es dable destacar que su instinto como la solidez de su grupo de colaboradores la ayudan. Cada paso que ha dado no resultó caprichoso, y si tuvo un capricho las circunstancias hicieron que se lo cumplieran. Desde el majestuoso Hospital de Niños, a la sentimental símil de la piedra Movediza como así también la justa y millonaria obra de cloacas, son apenas muestras del tránsito del príncipe en su principado soñado.
Esta presencia en el evento deportivo más trascendente del año algo de todo esto tiene. Sin erogación alguna, Lunghi, pero especialmente la ciudad, está en boca del mundo, por obra y gracia de su sitial geográfico como la de su valuarte estrella, Juan Martín del Potro, entre otras circunstancias.
Así, sin quererlo, como en su momento pasó con las pretemporadas futboleras, el mundo posará su mirada, al menos de reojo, sobre la ciudad de las sierras.
Vale reseñar que en la misma semana la suerte, en cambio, no estuvo en una intervención estratégica (como otras tantas) a la hora de recuperar el ex Policlínico ferroviario. Por razones poco claras, el Ejecutivo terminó dando un paso en falso, anunciando gestiones compartidas con actores judiciales en pos de una audiencia a la Suprema Corte, sin que estos últimos luego se hicieran cargo de semejante empresa. Para colmo de males apareció un actor imprevisto, el doctor Marín, y con una notable capacidad de generar atención e incluso adhesiones, torció la voluntad primera que se había gestado entre un elenco de pocos y que el municipio pensó sacar rédito.
A modo de conclusión, Maquiavelo subraya que si la fortuna varía y los príncipes continúan obstinados en su natural modo de obrar, serán felices, ciertamente, mientras semejante conducta vaya acorde con la fortuna misma. Pero serán desgraciados, en cambio, no bien su habitual proceder se ponga en discordancia con ella. Sin embargo, lo piensa mejor y serenamente reflexiona: vale más ser violento que ponderado, porque la fortuna es mujer y por ello conviene, para conservarla sumisa, zaherirla y zurrarla.

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