29/03/2009

Locales

La promoción menos pensada

Por Guillermo Liggerini

Mientras la casta política se entretiene en lo que más le gusta, el juego de los acomodamientos, expectativas y candidaturas de cara al apurado escenario electoral, cuando finalmente Lunghi se bajó de la cosechadora para aceptar el dinero de las retenciones de las que tanto despotricó, y los chacareros se cuelan en las listas de la oposición para explicitar sus aspiraciones políticas, más allá de los intereses sectoriales, hicimos un alto en la vorágine del microclima comunal.
Hace un par de días mi amigo Luis me acercó una lujosa publicación con objetivos de promoción turística de la ciudad que, entre otros interesantes artículos, alude al paraje Cerro Leones, aunque lo llaman de otra forma.
Confieso que movilizó mis viseras. Nací allí y supuse que por eso Luis me la entregaba. Algo de eso había, pero especialmente su intención era ver mi reacción frente a la nota de alguien que se presenta como Policarpo Cañete.
Primeramente lo tomé como parte de una forzada ironía que supuse cuenta quien escribió semejante artículo. Pero luego y especialmente cuando tomé contacto con aquellos nacidos y criados en el Cerro, como los actuales vecinos me llevó a transformar aquella primera reacción en algo más riguroso, severo. A tal punto llegó mi bronca que por primera vez escribo en primera persona.
Es lógico el malestar de los vecinos que se dicen ofendidos por semejantes consideraciones. La nota en cuestión, que está dispuesta para todos los turistas que llegan y llegarán a la ciudad, no sólo refleja un mal gusto narrativo sino que evidencia un total desconocimiento de lo que groseramente intentó describir.
Pasen y vean algunos de los tristes párrafos que el temerario escriba como el responsable editor de la revista Serranía Tandil presentó en sociedad, sin miramientos para lo que representa y significa Cerro Leones para cientos de vecinos de hoy y de ayer.

LA NARRACION MALDITA
“Aparecen las primeras chacras orilleras con alguna que otra vaquita, sus chanchos y sus potreros pelados y verdes por las recientes lluvias. Más allá y hasta donde el horizonte pierde la vista, se extiende como en un suave oleaje a pampa húmeda.
Tomamos la salida a un camino más deteriorado aún. Los pozos se suceden y las ruedas golpean la chata haciéndola sonar como un tambor. Un cartel despintado nos previene el rumbo: Cerro Los Leones, para algunos, refugio de cuatreros y pendencieros; para los demás, una cantera abandonada y unas casuchas que mejor no frecuentar entrada la noche.
(...) Avanzamos, el rancherío del paraje resulta difícil de ver: la vegetación es densa, y las casas, bajas. Vemos su huertas, los frutales en flor, pavos, gallinas y algún gallo despierto. Sin darnos cuenta, el camino se hizo calle y se nos aparece una somnolienta estación de tren. Antes de las vías y en medio de un yuyal, una imagen de la Virgen María. A los pocos metros, un pequeño acceso, una tranquera y un cartel: Cantera Cerro Leones.
(...) Volvemos, la camioneta espera solitaria. Si no fuera porque las quintas están cuidadas, o por los animales, dudaría de que en el paraje viviera gente.
Dicen también que entre aquellas casas subsiste una de las cantinas más ancianas de la zona. Allá nos dirigimos.
Una esquina, unos carteles oxidados y el techo de chapa delatan el antiguo bar. Adentro, el bolichón no dice mucho: chico, sucio y un mostrador de tablón sostenido por dos pilas de latas de galletitas. Para variar, no hay nadie, ni los gatos que le impregnaron su olor a pis. Hacemos ruido para atraer la atención y, de un costado, aparece una gorda con la misma actitud de quien no está teniendo una buena digestión.
Dudando tanto de la hospitalidad de la gorda como del estado de las bebidas que se ofrecen desde unos estantes de madera podrida, desistimos de prolongar nuestro interés telúrico, pero presagiamos la imprudencia de huir sin justificar la molestia ocasionada al orondo descanso de nuestra anfitriona.
(...) De regreso, pasamos por los mismos lugares: las vías, la estación, la cantera abandonada, la Virgen y las casas mellizas. En la oscuridad se ve la silueta que dejó el cerro cuando se fue, cuando lo fueron, es el retrato de un cerro con la figura de dos leones que vigilan la inmensidad, protegiendo a Tandil de acechanzas remotas, donde cabalgan nuestros pensamientos.
Y ya la última mirada nos devuelve el vacío, las líneas de la enorme cava recortándose en el cielo nocturno. El cerro Los Leones queda atrás.
Tal vez mañana, y con el alba, vuelva el cerro con sus leones, y con el sol, la gente”.
De esta forma la revista informa a la visita sobre lo que es el paraje Cerro Leones, no con el nombre bautizado por el anónimo articulista. No hay estación de tren alguna, ni boliche de semejantes características, entre otras erráticas descripciones.
La publicación en cuestión ya se valió del rechazo como de reclamos varios de los vecinos que se sienten ofendidos. Habrá que esperar que el responsable de la revista acerque alguna explicación y salve la penosa situación generada.

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