27/01/2009

Locales

RINCON TRADICIONALISTA: Las carreras

Por Ernesto Sangineto

Pocas eran las diversiones o entretenimientos en las que nuestros hombres de campo desde los primeros tiempos de la campaña pudieron disfrutar, el trabajo y el aislamiento propia de las grandes distancias que separaban a los vecinos de las diferentes zonas del país por ser obviamente enormes las extensiones de los campos en que se desempeñaban, hizo que el boliche o las poblaciones establecidas crearan distintos modos de esparcimiento para los parroquianos que acudían en los días festivos.
El juego en sus diversas expresiones como naipes, taba, carreras de sortijas, cuadreras, gallos, el pato y todo lo que entretuviera a los presentes estaba permitido y en nuestro caso de hoy las carreras, se practicaban con sistemas y reglamentos que se fueron creando especialmente para tales fines.
La carrera “cuadrera” nace con ese nombre porque antiguamente no se corría por metros sino por cuadras, al ser estas de 130 metros aproximadamente, se dio por denominarlas cuadreras que se corrían en principio en esa distancia.
Por ser también los caballos de la época criollos en su totalidad, raza que no se caracterizaba por su gran velocidad pero si por su fuerza y resistencia, las distancia se alargaron hasta los 400 metros, que es el máximo permitido en cuadreras.
Al producirse a partir de fines de siglo XIX una gran mestización en las razas caballares, con la importación a nuestro país por hacendados locales de razas inglesas en su mayoría, aumento la velocidad en nuestras carreras a las cuales se las llevó a una mayor extensión.
Gauchos y aficionados de todos los niveles sociales de 15 o 20 leguas a la redonda se reunían en el sitio prefijado con antelación puesto que las carreras “se hacían” es decir se concertaban con plazos de 22 días para preparar los “créditos” (caballos sobresalientes en estas lides) y dar tiempo a la paisanada para juntarse y poder charlar sobre la importancia de los caballos que corrían, preparar las apuestas, los cambios de la luna, sequías, inundaciones, mujeres y si había algún finado al final de la reunión retobarlo en algún cuero y llevárselo a la viuda, madre o hermanos, junto con las pilchas si es que tenía alguna, todo esto hacia a esta verdadera reunión social de la época.
Se largaba a “convite” o con bandera, salir de adentro o de afuera, cara a vuelta (dando el anca a la pista) método que era utilizado al estar obligado alguno de los corredores a dar ventaja, cosa que también se realizaba en el caso de que el abanderado no lograra dar salida a los competidores, obligando a colocar los dos caballos “cara a vuelta” o sea dando el anca a las pistas y que apenas al volcar la cabeza hacia adentro este bajaba la bandera, si alguno de los corredores desobedecía esta orden era automáticamente descalificado.
Eran incontables los aprontes en partidas frustradas por no ponerse de acuerdo los jinetes en la salida tratando por todos los medios de obtener las ventajas de todo tipo las que al pasar de 10 podía el abanderado dar salida en cualquier forma que vinieran y usando cada caballo su andarivel correspondiente que era de 50 o 60 centímetros aproximadamente y estaban separados dos metros uno del otro.
No así en las carreras de costilla de más antigüedad y las que fueron prohibidas por su excesivo salvajismo, que se desarrollaban sobre un solo andarivel, pudiendo recostarse un caballo sobre el otro utilizando de esa forma el jinete las fuerzas del animal, las piernas de los montadores llegaban a meterlas en el codillo o chiquizuela del contrario, con todas sus fuerzas estorbando su desempeño o simplemente al tener peor caballo pechaba a su contrincante sacándolo de la línea y tratando de hacerlo pasar por detrás del “rayero” lo que era suficiente para dar el triunfo al que pasar por delante de este.
Era obligatorio emparejar el peso de los jinetes cosa que se realizaba colocando al más liviano un cinturón con pesas o bolillas de plomo hasta emparejar el kilaje de su contrario, como verán eran innumerables los trucos y manganetas que se utilizaban para lograr ganar y llevarse los patacones, aunque estos tal vez quedarían más tarde perdidos en la taba o los gallos, pero así se manejaban las cosas aunque fundamentalmente era la calidad de los pingos lo que determinaban el resultado. Meses de preparación corridas, mantenimiento a galpón, cuidado especial de los vasos, manta sobre el lomo y todo los secretos que se utilizaban para lograr el triunfo, que aparte de proporcionar dividendos otorgaba fama y prestigio al propietario y obviamente al gran protagonista de nuestra pasión “el caballo”, fletes como el moro del general Urquiza o el famoso pangaré buey dieron que hablar en nuestra campaña y mantuvieron viva la pasión de las carreras, otro de los pilares de la tradición y de la fama de los caballos y jinetes argentinos.
En la foto que acompaña la nota tomada en 1880 se ven los dos caballos de la derecha dispuestos a correr con sus jinetes tocados con pañuelos “a la aragonesa” son criollos livianos pero fuertes y cuidados, toda la caballada es criolla y a la izquierda vemos al largador de caballo con un perro en ancas.
Buenos amigos espero les haya gustado la nota los saludo y hasta la próxima.

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