Un joven tandilense lustra con cuidado cada una de las 1.550 latas de bebidas que almacena en cuanto rincón hay en su morada. Los envases, que para muchos son material descartable, para él constituyen una pasión que ya supera las 17 primaveras.
Jorge Alberto Manchado (29) vive en el barrio Metalúrgico, hizo la Escuela Primaria en la ex escuela N° 58 (Cabral al 600), y la Secundaria en la ex ENET N° 1, con sede en Alem. Orgulloso mostró a LA VOZ sus preciados recipientes, contó anécdotas insólitas y lo que hizo por conseguir la “difícil”.
En 1991, cuando viajaba a Mar del Plata para el viaje de egresados, el micro paró en Balcarce, donde compró una Coca Cola. Allí puso el cimiento de un sentimiento. “Un día me dije, llego a 100 y no junto más. Como ven, no cumplí con mi promesa, y me pase un poquito”, dijo sonriendo.
Cervezas, gaseosas, energizantes, jugos, chocolateadas, sidras, té, caipirinha, mezclas, gin, ron, fernet con cola, vino. Hasta té con leche yerba. Para Jorge vale todo. También los múltiples orígenes: Argentina, EE.UU, Alemania, Brasil, Holanda, España, Inglaterra, República Dominicana, Cuba, Finlandia, Chescolovaquia, Hong Kong, Emiratos Árabes Unidos, y hasta una de las Islas Caicos & Turcas que se encuentran en el Mar Caribe.
Aunque la mayoría compró él o algún familiar, varias levantó de la calle, y otras fueron donadas por amigos, vecinos y desconocidos. Las acomoda en toda la casa: 762 en la habitación, 145 en el pasillo y el living. Otras 100 esperan una repisa, y permanecen en cajas.
La moda de las latas tuvo su esplendor en los 90´, pero hoy la tendencia pereció. “Ya casi no se consiguen nuevas, salvo los cambios en los motivos de las marcas clásicas”.

“Hice canje por salamines y quesos”
La lata favorita del entrevistado es una Pepsi Diet que le regaló el “Tato” Iglesias, hermano del “Pichi”, corredor de TC, en la última carrera de TC en Tandil (1992).
Para Manchado, está entre las “figuritas difíciles” que pudo conseguir una Coca Cola de la colección de “Posters Olímpicos – Barcelona ‘92”, que fue la N°6 Tokio 1964, obtenida 6 meses después en las vacaciones en San Clemente. “Acá nunca la pude encontrar, ya me había resignado a no completar el set de 12 latas”, enfatizó.
Para llenar su repisa hizo varias cosas raras. En una ciudad costera, hasta siguió a un chino unas 10 cuadras por la orilla del mar, esperando que arroje su lata. “Por suerte no la abolló”, respiró tranquilo. También, en un comercio de ropa con latas de decoración en la vidriera, “le pedí si me vendía las que me faltaban. Terminó regalándomelas a cambio de unos quesos y salamines”. Luego se contactó con quienes pusieron el cesto gigante de la Plaza Independencia para cambiarles las latas por una computadora para un colegio. “Ellos me llamaban el día que lo habrían, y yo sacaba las que no tenía”, narró.
Además, por Internet pagó hasta 10 pesos por una “Coca de los Juegos Panamericanos de Mar del Plata 95´”. “Debo haber comprado cerca de 200”, reconoció sobre la adquisición vía web.
Sobre el futuro, el joven descarta que algún día decida terminar con todo y tirarlas a la basura. “Pienso conservarlas por mucho más tiempo. Pero de cansarme, trataría de venderlas por Internet o regalarlas”, contó.
Por último, agradeció a los que aportaron para agrandar la colección: “a mis viejos, Ángel y Mabel, mis hermanos Miguel y Carlos. A mis amigos Javier Janices, quien me regalo 117 latas. Flavio Di Bello, con varias traídas desde Inglaterra, El “Turco” Abad, Mariano Santos, Maxi y Luciano Gardello, y varios comerciantes y amigos de mi viejo de sus respectivos viajes. También mi prima Mariana Estens y familia, desde España. Mi vecino Lescano con varias latas, entre ellas el único barril de 5 litros que tengo. Elida Russich y otros muchos más”.
Contacto: a jorgeam915@yahoo.com.ar, o al 15626406.