Por Guillermo Liggerini

Querido Papa Noel: la verdad, que ya no sé qué pedirte. No me puedo quejar. Dicen que mi imagen positiva ante el electorado sigue intacta, y eso que ya pasaron cinco años con la misma receta. Sí, esa que reza que las obras trascendentes hay que manguearlas a la Nación y Provincia. De aquí, sostener los servicios (cada vez más crecientes, por cierto) y de tanto en tanto dar rienda suelta a los golpes de efecto.
Te confieso que ya no me fastidia tanto que me endilguen sobre la cosmética. Son mis gustitos y hasta ahora la gente los comparte. Sé que algunos critican porque consideran que algunas de esas obras las hago para mí, que las disfruto yo y mi equipo. Puede ser. Aunque no es menos cierto que hasta ahora la gente parece tener el mismo apetito decorativo que uno ¿no?.
Te decía que no me puedo quejar. Poder abrir el Hospital de Niños, intentar paliar el vapuleado pavimento y avanzar en obras de infraestructura básica (gas, cloacas, agua), a pesar de haberme subido a la cosechadora no es poco.
Sé que sigo siendo un tipo de suerte. Admitirás que el instinto lo tengo intacto. A pesar de haber cortado lanzas con la billetera k, e incluso primerear con las críticas con los que hasta ayer entusiasmaba, siguen en carpeta proyectos y concreciones varias para mi Tandil soñado.

DEBILIDADES
A la hora de pedir, estaría ventilando lo que creo mis debilidades, las flaquezas que obviamente las tengo. Básicamente yo soy esto y a la gente le gustó. Mi debilidad, o mejor dicho mi preocupación, está dada en lo que está detrás –o después- de mi. Sí, ya sé que nunca dejé de reconocer el equipo que supe concebir. Un grupo de personas afines que estuvieron a la altura de mis expectativas y más. Sin embargo, no supe, ni supieron éstos, conformar los cuadros necesarios como para hablar de un proyecto político más allá de 2011. Hasta ellos mismos –mis colaboradores- más allá de sus lógicas ambiciones reconocen que soy yo y el abismo. Ninguno siquiera asoma la cabeza a la hora del paladar electoral tandilense.
Mirá que soy generoso y en cada oportunidad que tengo los muestro, los posiciono. Sin embargo, me dicen los gurúes que asesoran vía encuesta que sigue habiendo un alto grado de desconocimiento para mis principales delfines.
Ahora surge la chance de aspirar a una representación legislativa a nivel provincial y Carlitos se lo merece. Pero cómo lo reemplazo. Sí, también sé que nadie es imprescindible, pero es más de lo mismo, no hay un recambio, los jóvenes que prometen siguen siendo eso y no mueven el amperímetro.
Admito que es compleja la petición que estoy aludiendo. No es tu fuerte los milagros ni la magia. Ellos solitos se tienen que abrir su camino y generar sus propias chances. Otros resignados me sugieren que mire más allá de las paredes del comité, esos que llaman extra partidario. El nombre de Patricio me susurran al oído de tanto en tanto. Pero el muchacho no me garantiza aún fidelidad y antes de aspirar a semejante exposición debiera embarrarse un poco los mocasines camaristas.
¿Sobre la urbanización de los barrios? ¿El déficit habitacional? ¿La diversificación de la Usina? ¿La participación de la gente para distribuir el presupuesto? ¿Generar condiciones para mejorar el desarrollo productivo?. No, eso no te lo pido, es una cuenta pendiente que alguna vez se cumplirá. Si no soy yo será otro. Yo ya estoy para el bronce. Sigo con las mismas ganas pero de tanto en tanto me agarro las rabietas de impotencia. Esto de tener que viajar cientos de kilómetros para pedir por lo que nos corresponde me cansa mucho. Por eso insisto, para esta Navidad te pido un solo sueño, pero complicado: que alguno de mis delfines dejen de serlo para transformarse en posibles sucesores. Para lo que viene, que dicen que será complicado, dale a Matías algo de cintura para que de la caja chica me deje culminar algunos de mis gustitos y después esperar que de arriba la billetera (con fondos de las Afjp o los repatriados de vaya a saber dónde) siga destilando compromisos para con nuestros pedidos soñados.