05/04/2009

Locales

PALPITAR COMUNAL: Muerte y resurrección de la política

El país y buena parte del mundo, se vio conmovido por el fallecimiento del ex presidente Raúl Alfonsín, sinónimo del advenimiento de la democracia que supimos conseguir, y por la que aún hoy no se come, no se educa ni se cura.
En lo que a todas luces resultó un hecho que la historia se encargará de resaltar, fanáticos y detractores se unieron en un capítulo único de la vida argentina para despedir sus restos. Aunque con el paso de las horas de aquel acontecimiento surgen las coincidencias en que más que la despedida a un líder carismático se estaba dando claras señales de lo que una mayoritaria porción de la población de este vapuleado suelo argentino demanda: concordia, consenso, diálogo, respeto por las disidencias.
Tal vez como nunca antes, el gobierno como la oposición de turno tenga que tomar nota de la demanda ciudadana, aquella que dramáticamente está pidiendo paz, terminar con la crispación y enfrentamientos estériles para un país en crisis. Algo de mesura dentro de tanta intolerancia.
“Frente a los grandes muertos tenemos que olvidar todo lo que fue el error, todo cuanto en otras épocas pudo ponernos en las divergencias y en las distancias. Los grandes muertos dejan siempre un mensaje”. Las palabras pertenecen a Ricardo Balbín, presidente de la Unión Cívica Radical entre 1959 y 1981, y fueron pronunciadas en las exequias de su máximo rival político, el ex Presidente Juan Domingo Perón, y las supo rescatar Germán Angeli en el Diario Perfil en una nota titulada “un cacerolazo en silencio”, a propósito del mensaje implícito que mereció la despedida del ex mandatario.
“La muerte mejora, ennoblece, agranda, tranquiliza. (...) No sé si ahora, al hablar de Alfonsín, hablamos de él o de lo que fuimos; no sé si hablamos del ochenta y tres, cuando soñábamos que podíamos ser. ¿Habrá estado Alfonsín a la altura de aquella Argentina? ¿Habrá estado la Argentina a la altura de Alfonsín?”, se preguntó con un realismo crudo Jorge Lanata desde Crítica.
Osvaldo Bayer, para Página 12, en cambio, optó por una letal reseña sobre el gran debe y un escaso haber del balance que supo dejar el referente radical fallecido.
De lo positivo, solamente salvó el no reprocharle “ningún negociado ni enriquecimiento en provecho propio. Eso ya es algo, en la Argentina”.
Pero luego vendrán sus decepciones: “Cargarle la responsabilidad a una ´comisión de notables´ elegidos a dedo (Conadep), algunos de los cuales habían sido colaboracionistas de los dictadores o, por lo menos, sonrientes concurrentes a audiencias de los verdugos”, para investigar lo pasado en los tiempos de horror y muerte.
(...) “Se hizo entonces el juicio a los comandantes, pero limitado a eso, a los responsables pero no a los centenares de ejecutores. Y esos responsables fueron a parar a “countries” cercanos a un penal militar, entre jardines y con la visita diaria de sus familias”.
El listado de infortunios que enumera Bayer seguirá con “La casa está en orden”, “Felices Pascuas”, y la desilusión pactada en el Congreso Nacional con la obediencia debida y punto final.
Para el escritor, tampoco debe obviarse el “haber abandonado el gobierno cinco meses antes de terminar su mandato, para dejarle el ‘muerto´ económico a Menem. Ningún estadista elegido por el pueblo debe hacer una cosa así. Tiene el deber de demostrar su sentido de la responsabilidad hasta último momento. Por algo el pueblo, después de Alfonsín, cambió de rumbo y volvió a votar al peronismo. Y tuvimos que aguantar diez años a Menem y su saqueo por el Pacto de Olivos, un arreglo de comité que acentuó el personalismo en nuestro país”.
Las reflexiones, observaciones y omisiones en letra de molde que se ganaron las páginas de los diarios por la muerte de Alfonsín, son sólo eso. Cada uno tendrá su vivencia, su lectura sobre lo que representó un hombre que con su muerte parece haber resucitado un estandarte que parecía sepultado, al menos callado. La recuperación de determinados valores que servirían para curar el desprestigio que la política -por sus políticos- supo ganarse.

SEÑALES
Que el actual gobierno, de otro color político y dentro de sus delicadas falencias coyunturales haya sabido homenajearlo en vida, puede ser tomado como una señal de que no todo está perdido. Que algo se aprendió.
Que la masiva presencia en las calles para despedir al político ayude a recuperar aquella esperanza del 83 que rápidamente se esfumó con los primeros tropiezos de una democracia naciente, sería un significativo avance.
“Desde aquel diciembre de 1983, no hemos cumplido con el principal mandato de una auténtica democracia: un país sin niños con hambre, un país sin villas miseria, un país sin desocupados”, se quejará Bayer.
“La democracia es una chica rubia de ojos celestes que pocos conocen, y muchos menos disfrutan”, dirá con lucidez una herida Hebe de Bonafini dentro de su siempre lacrimógeno mensaje.
Es cierto, las deudas siguen estando pendientes, porque los que lo sucedieron no lograron completar, responder ni hacer realidad lo que el que murió prometió.
Que sigamos resaltando la honestidad y la austeridad de un dirigente es preocupante. Algo sigue estando mal entre nosotros. De todas formas, si aquel legado sirve para encarrilarnos, comprometernos y redimirnos, tal vez resucitemos tras tantas muertes.

COMPARTE TU OPINION | DEJANOS UN COMENTARIO

Los comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de sanciones legales.

Subscribite para recibir todas nuestras novedades

data fiscal  © 2024 | La Voz de Tandil | Florencio Aldrey