19/06/2018
Jorge Sampaoli llegó al seleccionado argentino con una idea madre y varias
alternativas sobre como parar al equipo ante determinados rivales, pero
también para adaptar algunos sistemas al gusto de los jugadores más
experimentados del plantel, a los históricos liderados futbolísticamente
por Lionel Messi y afuera del campo por Javier Mascherano.
De entrada nomás el técnico propuso línea de tres, algo que funcionó
relativamente en el primer partido de su corto historial (apenas una docena
de presentaciones en el banco argentino) al vencer por 1 a 0 a un Brasil
alternativo con gol de Gabriel Mercado.
La siguiente presentación fue ante el extremadamente débil Singapur (6-0) y
entonces el "Zurdo de Casilda" fue por más, aprovechando que la situación
daba para arriesgar. Propuso un planteo 2-3-3-2, similar al que empleó el
pasado sábado ante Islandia, aunque con algunas restricciones a la hora del
retroceso.
Dos cosas quedaron claras después de esa experiencia: que a Islandia no le
sobra nada pero tampoco es Singapur, y que si se retrocede con la misma
lentitud con la que se avanza, es muy probable que ocurra lo que sucedió el
otro día: que apenas el rival intente atacar, llegue a convertir.
Después de lo acontecido en su primera gira, Sampaoli siguió insistiendo
con la línea de tres, aunque a la hora de la verdad, en las eliminatorias,
el equipo anduvo a los tumbos y quedó a un "tris" de no venir a Rusia.
Contra Ecuador el sistema fue 1-10: Messi y 10 más.
Para entonces los jugadores, o mejor dicho el núcleo fuerte del equipo, ya
reclamaban casi que a viva voz retornar a la línea de cuatro que siempre
fue de su preferencia. Y Sampaoli, contradiciendo sus propias convicciones,
algo que también le había sucedido a su predecesor, Edgardo Bauza, arrió
las banderas para conformar a Messi y compañía. Sobre todo y más que todo
al capitán.
"Sampaoli es mejor que yo, porque sabe adaptarse al juego de los rivales,
mientras que en mi caso soy obcecado y no renuncio a mi idea. Muero con las
botas puestas. Por eso me fue mal muchas veces", remarcó Marcelo Bielsa, de
cuna ñulista como él. Seguramente el "Loco" no se refería puntualmente a
hacerle el gusto también a los jugadores cuando hablaba de "adaptación".
Pero ahora llegó el Mundial, y aunque ya vivió el de Brasil 2014 dirigiendo
a Chile, su "sueño del pibe" era conducir en una cita ecuménica a la
selección de su país, y lo está haciendo.
Sin embargo, todo partido inaugural de una Copa del Mundo marca el destino
de un equipo, para bien o para mal. Y también empieza a consolidar un
sistema de juego o a desechar otro. Le pasó a Alejandro Sabella justamente
en la primera fecha ante Bosnia en Brasil, cuando salió con una línea de
cinco defensores y los referentes se lo hicieron cambiar en el entretiempo
por otro más ofensivo.
En este caso la situación es inversa, porque Sampaoli resignó sus
convicciones en el partido inaugural pero ahora está dispuesto a imponerlas
ante la inminencia de un colapso si las cosas no salen bien el jueves
frente a los croatas.
Y en ese sentido, el retorno a la línea de tres inicial, para proponerle al
seleccionado albirrojo un 3-4-3 "bielsista", más afín a sus ideas, lo hace
ser "más Sampaoli" y menos "Messi dependiente".
En definitiva, para bien o para mal, el técnico sabe que esta oportunidad
histórica, quizá única en su vida, que alberga el sueño máximo de su vida
futbolística, ese que acunó desde pibe, debe afrontarlo siendo él mismo,
sin traicionarse.
Por eso va a coincidir con Bielsa, con su admirado "Loco" Bielsa, y aunque
suene hasta temerario, también va a elegir "morir con las botas puestas"
antes que vivir con los pies descalzos. Y quizá así, por convicción
simplemente, le vaya bien. A él y al seleccionado argentino, que son y
deben ser lo mismo.
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