09/04/2019

Sólo pasó el 17 %

Ajuste estatal: 4 de cada 5 científicos fueron rechazados en el Conicet

El pasado viernes, el CONICET, principal institución científica encargada de financiar investigadores en Argentina, dio a conocer los resultados de su convocatoria para ingresar a la Carrera de Investigador Científico (CIC): solamente fue aceptado un 17 por ciento de los postulantes.

Hubo, en total, 450 ingresos sobre un total de 2.595 postulantes. Son, en todos los casos, jóvenes que ya terminaron con éxito un doctorado y aspiran a vivir de la investigación científica. Según denuncian con razón muchos de los rechazados, las alternativas que quedan para permanecer en el país investigando son prácticamente nulas, y por eso muchos de ellos ya consiguieron alternativas afuera o las están buscando.

Esto significa, básicamente, que el Estado invierte durante 10 o 12 años en la formación de recursos humanos de excelencia (cinco años de carrera universitaria, cinco de doctorado y, en algunos casos, otros dos de posdoctorado) para, luego, regalarlos a universidades extranjeras. 

Pero además, el CONICET es el principal sostén no sólo del sistema científico sino de buena parte de las Universidades Nacionales. Desde hace tiempo que, en la mayoría de ellas, la posibilidad de obtener un cargo de dedicación exclusiva que permita combinar la investigación con la docencia es inexistente. Los jóvenes investigadores que contaban con sueldo o becas de investigación podían, al menos, dedicar algunas horas a una dedicación simple de docencia universitaria  (que se paga en torno a los 6.500 pesos mensuales) o directamente a dictar clases sin cobrar. Esa opción, sin el financiamiento de las actividades de investigación, se torna prácticamente imposible. 

Dado que el ajuste en la partida de ciencia afecta a todas las dependencias (desde la Comisión Nacional de Energía Atómica al Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria), conseguir trabajo allí es igualmente difícil. Y en el sector privado prácticamente no existen posibilidades porque hay poquísimas empresas que invierten en desarrollo científico y tecnológico. Es bien sabido que para que exista inversión privada en esas áreas es necesario, primero, una fuerte inyección estatal durante un tiempo considerable (como demuestran ejemplos de países que hoy son potencias científico-tecnológicas como Israel, Corea del Sur o Alemania).

Pero también hay otro aspecto: el humano. Son miles de investigadores jóvenes que dedicaron su vida a la ciencia y hoy se quedan sin posibilidades de continuar.

La carrera científica en Argentina

Para que se entienda qué significa el rechazo para las aspiraciones de los jóvenes investigadores que hoy son expulsados del sistema, es útil repasar cómo funciona la carrera científica en Argentina.

Se trata de un camino largo y esforzado.  En primer lugar, hay que cursar con éxito una carrera universitaria. Y cuando digo "con éxito", me refiero a que hay que terminar con un promedio muy por encima de la media y, además, haber dado los primeros pasos en investigación. Cuando uno finaliza, se presenta a una convocatoria de becas doctorales en la que se evalúan los antecedentes para ver si es o no es merecida.

El compromiso, cuando uno la recibe, es hacer una investigación original en el área en que se presentó y escribir una tesis, que evalúan tres (o más) especialistas en el área. Si consideran que cumple con los objetivos, la Universidad otorga el título de doctor. En este momento, el joven doctorando es ya un investigador, aunque aún no tenga ningún cargo ganado como investigador .

En general, lo que hace es aspirar a una nueva beca (de pos-doctorado) para cuya obtención se lo evalúa nuevamente. Lo que se toma en cuenta es no sólo haber finalizado el doctorado sino haber publicado en revistas científicas de impacto. O sea: nadie que no haya publicado artículos científicos en revistas de buen nivel internacional obtiene esta segunda beca.  

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