26/11/2021
DIARIOS es el primer libro de la artista tandilense Inés
Szigety en su versión digital y se presentara en Espacio Nido, el jueves 2 de
diciembre.
Las obras que se presentan en este libro tuvieron, como
punto de partida para su realización, los titulares de cuatro diarios
argentinos de circulación masiva, publicados durante el periodo de las
elecciones presidenciales de Argentina en 2019.
Este proyecto fue realizado gracias a la Fundación Bogliasco
en el marco de la Beca Artística en su Centro de Estudio en Italia. Cuenta
también con el apoyo del Programa Impulso Cultural 2 del Municipio de Tandil y
la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires y con
colaboración privada.
"DIARIOS" de 240 páginas, contiene 104 imágenes y texto del
curador Leandro Martinez Depietri quien destaca que "frente a la aceleración de
la información a través de estímulos electrónicos, ella ralentiza el proceso de
percepción con su tarea manual, meticulosa y desenfadada (?) una forma de estar
alerta desde una mano hábil de dibujante que reconoce las alteraciones de la
psiquis, la propuesta de Inés implica una inversión de la mirada como gesto
político ". Este libro cuenta, además, con el asesoramiento editorial del
artista y curador Cristian Segura, el diseño gráfico de Carlos Bossio y la
traducción al inglés de Tamara Stuby.
La presentación del libro será el jueves 2 de diciembre a
las 19:30 hs. en Espacio Nido, Pinto 802 y estará a cargo de la artista en
dialogo con la curadora y docente María Menegazzo. Paralelamente a la
presentación quedaran en exhibición algunos de los cuadernos que formaron parte
del proyecto y el libro finalizado.
DIARIOS de Inés Szigety es una publicación de carácter
gratuito que estará disponible para visualización en dispositivos electrónicos
como teléfonos celulares, computadoras, etc y será liberada para todo público
después de finalizada la presentación, quedando alojada en www.espacionido.org.ar
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Texto de Leandro Martinez Depietri
Estado de alerta
En la grieta se hunde el pensamiento. Me refiero a la
capacidad de pensar en el sentido más crítico y elemental del verbo: realizar
conexiones singulares frente a los estímulos de la realidad para poder
intervenir efectivamente en ella. Esta condición no es una singularidad del
contexto político argentino. Como ha descrito y denunciado el filósofo italiano
Franco "Bifo" Berardi, la paralización de la capacidad mental es azuzada desde
los grandes medios de comunicación y los gigantes tecnológicos en todos los
rincones del mundo a través de un crecimiento exponencial de la infosfera (los
estímulos de información), que ha alcanzado dimensiones imposibles de digerir
para el cuerpo social. Los estímulos informativos -carga sensible transmitida
en forma de señales eléctricas- son una suerte de bombardeo que resulta
excesivamente abrumador para la psiquis y el sistema nervioso de la sociedad.
La particularidad argentina, arriesgo una hipótesis, recae
quizás en que la aceleración de la infosfera ha tenido a la grieta política
como eje de rotación en los principales conglomerados de medios. No se trata de
un fenómeno nuevo, ya lo analizaba el historiador Nicolás Shumway en su
controversial ensayo La invención de la Argentina. Allí postula que el origen
del mito nacional responde a una tensión permanente entre dos ficciones
orientadores en pugna, que ha tenido indefectiblemente su correlato en la
prensa desde el siglo XIX. Sin embargo, la pervivencia de ese conflicto
estructural en conjunción con la hipertrofia mediática actual ha dado lugar a
un particular agotamiento de la imaginación política.
La digitalidad ha redoblado la apuesta de los títulos
tremendistas, sostenidos por un largo desarrollo del amarillismo como
estrategia comercial, que ha empeorado con el imperio del clickbait, la
incógnita implantada en el titular como anzuelo para el click. En paralelo,
aquel proceso de sana discusión social acerca del rol de los medios y de la
ausencia de objetividad en toda comunicación -iniciado tras la pelea del
segundo kirchnerismo con el Grupo Clarín y acentuado con la Ley de Medios-
decantó, paradójicamente, en un desenmascaramiento vil de los intereses
económicos que enterró cualquier necesidad de velos, filtros o matices. Esto
habilitó a un incremento en la tendenciosidad y a una sobreabundancia de notas
de opinión en ambos bandos, cada vez más agresivas y con lugares cada vez más
destacados dentro de la siempre rotativa primera plana digital.
Resulta impresionante en este contexto que Inés Szigety haya
logrado desarrollar un proyecto artístico a partir de la elaboración pictórica
de los grandes titulares de cuatro diarios masivos (Infobae, Clarín, Página 12
y La Nación) durante el período eleccionario de 2019. En una entrevista
personal, Inés me confiesa que hubo una cuota de ingenuidad en la decisión de
trabajar sobre esta materia infecciosa como disparador creativo. Debemos
agradecer su ingenuidad entonces porque es justamente gracias a ella que
podemos ver algo allí donde hace tiempo dejamos de percibir. Inés buscó
entender una realidad que le resultaba abrumadora durante un período de
residencia en Italia a donde viaja becada; esta forma de bitácora fue su modo
de procesar los estímulos con distancia. Su deseo fue enfocarse en los diarios
digitales en tanto material; las elecciones fueron el trasfondo elegido. Es así
como su obra se inscribe de un modo muy idiosincrático dentro de una tradición
crítica que inicia quizás con los collages dadaístas de John Heartfield, pero
que se profundiza en los ?60 con las preguntas que alza el conceptualismo
acerca de la política comunicacional y del lenguaje en la sociedad de masas.
Digo idiosincrática porque -a diferencia de una obra emblemática sobre la
prensa dentro del neoconceptualismo latinoamericano como es The Rwanda Project
de Alfredo Jaar- la mirada se centra en la circulación de los estímulos
informáticos, en vez de hacerlo en el referente temático, al tiempo que lo hace
desde la sencillez y la ausencia de pretensiones que implica utilizar un
cuaderno escolar como soporte.
Inés convirtió a las
efímeras señales eléctricas de los diarios digitales en dibujos, recuperando
una sensibilidad frente a la narración informática del mundo. Durante
aproximadamente un mes, tomó día a día el titular de cada uno de estos cuatro
diarios y desarrolló para cada uno de ellos una composición en tinta sobre la
hoja de un cuaderno Rivadavia; a dos colores: rojo y negro. Esta decisión
cromática está cargada de sentido -desde la novela crítica de Stendhal a las
banderas comunistas y anarquistas y la prensa revolucionaria- pero representa
en el caso de Inés, no una afiliación ideológica, sino una intención desafiante
frente a la mirada, que se nutre de esta historicidad contrahegemónica.
Su desafío no radica en el texto, que mantiene la fidelidad
al titular. Se encuentra en la elaboración de imágenes que abren sentidos
inesperados sobre el referente, ya sea contradiciéndolo, enfatizándolo
acríticamente, eludiéndolo o literalizando la metáfora en una clave naif. La
seguidilla de recuadros, que combinan texto e imágenes de línea fuerte y
colores planos, termina por acercarse a una construcción en viñetas que esboza
un cómic en el que se revela el estado inducido de psicosis social. La
historieta tiene como fondo un paisaje mental colectivo en el que circulan
deseos y temores a través de un lenguaje que es, por momentos, onírico: la
cumbre de gobernadores se convierte en una montaña infranqueable; la grieta
política, en falla tectónica que se traga la palabra; las fisuras partidarias,
en un laberinto sin salida. El presidente y la vicepresidenta electos, Alberto
Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, aparecen, como en los sueños, a
través de imágenes arquetípicas y sinécdoques, partes que representan al todo,
como pueden ser un zapato femenino y otro masculino. La visión ingenua de su
aparente lucha de poder recuerda a las tensiones entre las polaridades paterna
y materna en la familia, dando cuenta de cómo se apela en la discursividad
mediática al imaginario traumático más primario.
La disposición gráfica de carácter publicitario, la
utilización de globos de texto y la figuración de estilo plano y reconocible
provienen del arte de los medios por excelencia: el Pop. Inés parece adherir a
la sentencia de Warhol de que no hay nada detrás de la superficie. El problema
sigue estando en que la multiplicación ad nauseam de las superficies sensibles
impide una percepción consciente de ellas, de las intenciones detrás de ellas y
de sus efectos sobre el cuerpo social. En vez de montarse sobre las palabras de
los medios que terminan por ser habladas desde nuestras bocas como si realmente
las hubiésemos pensado, Inés despliega la angustia e incertidumbre en la que
nos sumergen. Mientras que Oscar Masotta y el Grupo Arte de los Medios (Jacoby,
Escari, Costa) se dedicaron en los albores de la sociedad televisada a
demostrar cómo los medios eran capaces de construir acontecimientos ficticios que
se percibían como reales, en esta nueva etapa del simulacro, la de los fake
news o la llamada posverdad, esto resulta casi de perogrullo. La potencia
crítica se manifiesta entonces en la posibilidad de demostrar los efectos
dañinos de los medios sobre el aparato perceptivo y en hacer visible el
mecanismo de dominación social a través de la angustia.
No es casual que las composiciones de Inés sean
grandilocuentes, que se expandan por la totalidad de la hoja apropiándose de
ella por completo con sus letras mayúsculas, su rojo furioso de alerta de
noticiero y su superposición de capas. Son imágenes gritonas, impactantes, que
construyen una visualidad para la seducción morbosa de la catástrofe y el
tremendismo cotidianos. Cobran formas que exceden a la figuración a la que
hacía referencia antes, apareciendo también composiciones abstractas que son
aún más sugerentes. Si las primeras ponen el foco en la novela dramática del
teatro político, las segundas acentúan los mecanismos de poder. No hay
figuración porque responden a la propia virtualidad e inmaterialidad del
referente en titulares que suelen expresar las voluntades, no de actores o
sectores sociales particulares, sino del mercado. La personificación o
animización del dólar, de los precios, o de la inflación, la manifestación de
los deseos del Fondo Monetario Internacional y la pobreza reducida a índices y
estadísticas dejan de lado los cuerpos y las vidas que entraman la política.
Dominan el imaginario mediático estas entidades abstractas que esparcen el miedo
instalando intereses sin cara. Inés traduce esas fuerzas en imágenes de líneas
onduladas, inestables, entreveradas. Hay algo de automatismo en ellas, de
garabato mientras se habla por teléfono y empieza a colarse en el papel una
psiquis alterada que no quiere revelarse en la voz o el discurso. Como en un
acto catártico, Inés pone de manifiesto la angustia colectiva que esta ficción
cotidiana de números y gráficos provoca.
La tercera vertiente de las imágenes en su bitácora es la
que encuentra en su genealogía al diseño revolucionario de vanguardia, Bauhaus
y el constructivismo soviético de un Alexander Rodchenko. Se vuelve más que
evidente en titulares como "Fernández impulsará nueva ley de hidrocarburos.
Vaca Muerta" a través del juego con los colores, con la tipografía dibujada y
las geometrías punzantes. Sin embargo, esta vertiente atraviesa gran parte de
la bitácora-historieta de Inés imprimiendo un dejo entre nostálgico y ridículo
al volverse este lenguaje gráfico el soporte para los titulares. En vez de
vehiculizar comunicados sobre el progreso humano técnico-científico, o la
epopeya de un pueblo en pos de su liberación, este estilo comunicativo
contrasta con las noticias sobre desarrollos del capitalismo extractivo, con la
retórica del mundo financiero y con la incertidumbre como el pan de cada de día
que dejan sobre la mesa los voceros de este modelo. Las promesas modernas de la
imprenta, de la reproducibilidad técnica y de la digitalidad como formas de
democratización de la información, del conocimiento y de la producción del
saber, quedan reveladas en su devenir monstruoso en la contemporaneidad en
tanto operan como principales herramientas de la confusión generalizada al
servicio del poder.
En el gesto íntimo, simple, personal, de dar una imagen a
los titulares de los diarios como modo de acercarse a la macropolítica, Inés
termina construyendo una visualidad que materializa el caos comunicativo
volviéndolo otro tipo de materia sensible. Cuesta definirla por la riqueza de
sus referentes y también por la sencillez de las formas, síntesis pictórica que
reduce la palabra a un segundo plano. Su bitácora cumple tal vez con la
propuesta de Mark Fisher de resistir al capitalismo cognitivo a través de
demandas no semánticas. Frente a la aceleración de la información a través de
estímulos electrónicos, ella ralentiza el proceso de percepción con su tarea
manual, meticulosa y desenfadada. La ausencia de una postura crítica marcada
sobre el proceso eleccionario es uno de los puntos fuertes de este trabajo que resalta
como metodología y como propuesta de una mirada singular frente al fenómeno
informativo. Del estado de alerta inducido en el cuerpo social a una forma de
estar alerta desde una mano hábil de dibujante que reconoce las alteraciones de
la psiquis, la propuesta de Inés implica una inversión de la mirada como gesto
político. Sin grandilocuencia ni espectacularidad, Inés dibuja una lección sin
moral ni prédica partidaria; un cuaderno que funciona como revelación sensible
para cerebros agotados, habilitando el detenimiento sobre una imaginación
colectiva envenenada.
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