10/11/2024
El deportista más importante que dio nuestra ciudad se encuentra a tres semanas de la exhibición que dará en Buenos Aires ante Novak Djokovic. A sus 36 años le concedió una entrevista al periodista Sebastián Torok, para el diario La Nación, en donde contó todos los esfuerzos que hizo para regresar al circuito, su lucha ante el Big 3 y por todo lo que paso para recuperarse de su rodilla, entre otros temas.
Del Potro (22 títulos y 13 finales, una Copa Davis, doble medallista olímpico) fue el tenista argentino más importante de la historia después de Guillermo Vilas. Pero de sus 16 años como profesional, en casi cinco y medio estuvo sin poder jugar por las operaciones, en diversos períodos entre 2010 y 2021. Demasiada tortura.
Su última función oficial, el 8 de febrero de 2022, por la primera ronda del ATP de Buenos Aires (derrota contra su amigo Federico Delbonis por 6-1 y 6-3), fue melancólica. Después de derramar lágrimas sobre el polvo de ladrillo del Buenos Aires Lawn Tennis Club, se corrió del foco y no se resignó al retiro, siguió buscando tratamientos. Pero interiormente, y pese a que en público no lo confirmaba, sabía que se trataba del final. "No aguanto más el dolor, pero el tenis no lo voy a cerrar, lo quiero dejar abierto. Después, el tiempo y la vida dirán cómo termina", le dijo a LA NACION en septiembre de 2022, en Nueva York, dando una pista, durante una de sus pocas apariciones públicas.
"Yo quería ser número uno. Y sentía que podía serlo. Pero me rompí la rodilla. Me quedó siempre esa... esa espinita de que bueno, no sé, también en la vida por algo pasó lo que pasó y fue un aprendizaje. Pero, después, cumplí por demás las expectativas que tenía con el tenis y para mí fue un honor haber hecho mi carrera al lado de Novak, de Rafa, de Roger, de Wawrinka, de Murray, de Ferrer. Me voy a dormir tranquilo diciendo: 'Ya estoy, ¿qué más le puedo pedir al tenis?'", expresa hoy Del Potro, otra vez ante LA NACION, ahora en un hotel porteño. Viste de negro y zapatillas plateadas, con los cordones sin atar. Por allí está la raqueta, su martillo. Es mediodía y viene de entrenarse. Tiene ganas de conversar.
Su imagen colgando la vincha en la red del BALTC, tras perder con Delbonis, fue simbólica: el final de su película profesional no fue como esperaba. Del Potro se crió en una casa de la calle Rubén Darío, en el barrio de Falucho 1, zona de clase media. El juego de preguntas y respuestas se abre con un viaje largo: ¿Qué le hubiera dicho aquel chico que jugaba al fútbol y al tenis en Independiente de Tandil, hijo de una docente (Patricia) y de un veterinario (Daniel), a ese adulto que a los 33 años se despidió de esa manera?
-La foto colgando la vincha define mucho lo que fue mi carrera, mi historia. Fue como haber dejado parte de mi cuerpo, de lo que siempre usé en cada batalla del tenis dentro del campo de guerra. Ese niño le puede decir: 'Gracias por semejante viaje, por las experiencias, por vivir tantas cosas lindas, por aprender de las cosas feas, por haber transitado momentos difíciles, angustiantes. Creo que ese niño está contento de lo que soy hoy como adulto.
-Se suelen atesorar con cariño los primeros viajes y partidos. ¿Cómo fueron aquellos días recorriendo el país con un Volkswagen Polo de tu papá que echaba humo negro, en los que no sobraba el dinero y tomabas agua de la canilla en los restaurantes porque no podías comprar gaseosa?
-Es que, en ese momento, la vida dura tal vez la padecen los padres, que lo dan todo para que su hijo pueda ir a jugar un torneíto provincial o nacional, por tener un par de zapatillas o la raqueta encordada para ir a competir y uno no tiene noción del esfuerzo que hay detrás. Obviamente que me acuerdo. Iba de Tandil a Mendoza en catorce o quince horas de auto. Iba a Neuquén, a Corrientes, Chaco... recorría la Argentina en ese auto. Parábamos en Olavarría, en Coronel Suárez, íbamos sumando más tenistas, hacíamos un viaje eterno. En ese momento podía ser divertido por la inconsciencia de ser tan chicos, pero después tomás noción de todo el esfuerzo que se hace para ser tenista profesional o tener una carrera de alto nivel. Eso queda. Te hace una coraza, te sentís indestructible. Creo que un poco se perdió en la actualidad. Si hoy a un chico de 14 o 15 años le decís: 'Andate en auto a competir, sin señal de teléfono', te responde: 'Prefiero quedarme a jugar a la PlayStation'. Después, el resultado final está a la vista: de cómo se trabajaba antes y con la actualidad.
-¿Es muy distinta esta generación?
-La veo totalmente diferente. Con sus cosas para mejor, con tecnología y avances que ayudan al crecimiento, pero es importante encontrar el equilibrio. La vieja escuela, volver a las raíces, a la formación como deportista y persona en base al esfuerzo, a la dedicación, al respeto... sumando los toques que te da la actualidad, con la tecnología, la alimentación, la suplementación, el descanso... un montón de cosas que antes eran más a los golpes, en el camino y probando.
-Aquel chico de Tandil se sentó en la mesa de las glorias del deporte argentino, junto con Messi, Maradona, Fangio, Ginóbili, Vilas, Monzón, Sabatini, De Vicenzo, Aymar y más. ¿Qué se siente?
-Son datos de color. Ellos han sido leyendas de nuestro deporte. Como Leo, que sigue siendo nuestro embajador en el mundo y consiguiendo cosas increíbles. Soy un agradecido. Por el tenis viví las experiencias que tuve, pude conocer a atletas extraordinarios y poder hablar de igual a igual.
-¿Necesitabas un último partido de celebración para sonreír en vez de llorar?
-Sí. Mi retiro fue forzado; no fue deseado ni buscado. Conté hace dos años que estaba en un proceso de entender cómo es la vida sin el tenis, porque me cuesta, es la verdad. Hoy me sigue costando. Ahora estoy entrenando para el partido y veo que no perdí potencia, que el drive sigue andando bien y me viene a mi cabeza decir: 'Tendría que estar en otro lado en este momento o con otra vida de la que estoy llevando'. Ahí es donde hay una lucha que tengo a diario en lo emocional, psicológica y cuando salió lo del partido en Buenos Aires... Hasta la semana previa a mi último torneo tenía la ilusión de volver a jugar, dando un mensaje: 'Voy a volver al tenis. Me está costando, pero lo estoy intentando'. Y dos días antes [del partido con Delbonis] hablo con mi equipo y le digo: 'No puedo volver a jugar porque no puedo correr'. Ellos sabían bien el esfuerzo que estaba haciendo; estaba muy medicado, haciendo muchos tratamientos para intentar calmar el dolor y les comuniqué que probablemente iba a ser el último partido de mi carrera. Cuando hice la conferencia de prensa [para anunciarlo], a la noche dormí por primera vez en dos años como nueve horas de corrido. Sentí que me había quitado una gran mochila que venía padeciendo. Esto de: 'Che, Delpo, ¿volvés? ¿Cómo estás? ¿Te vamos a ver?'. Ese día fue: 'Hasta acá llegué'. Se dio una despedida muy emotiva, pero creo que mucho más triste que feliz. Y este momento [la exhibición] lo venía postergando. Tenía ideas, propuestas, pero siempre dije que no porque aquello había sido muy movilizante y no estaba preparado. Lo postergaba y lo postergaba... hasta que un día apareció esta idea y fue: 'Bueno, ¿con quién te gustaría?'. Ahí se me vino enseguida el nombre de Nole por la amistad que tengo con él y porque sé que entiende bien mi situación, todo lo que yo pasé en mi carrera, entiende bien la situación personal y actual en la que estoy. Fue un llamado, una reunión, una cena, ponernos al día y su palabra fue: 'Delpo, contás conmigo para lo que te pueda ayudar'.
-¿Cómo fue esa charla?
-Hasta antes del último Miami Open él tenía rumores, se corría una pequeña noticia, pero hacía mucho que no nos veíamos. Un día en Miami me dice: 'Delpo, sé que estás acá, quiero que vengas a cenar y charlemos'. Obviamente cancelé todos mis planes y fui a cenar. Era una alegría volver a verlo y tuvimos una charla increíble, hablando de la vida, de los partidos, de los jóvenes, de Alcaraz y de Sinner... Fue una charla espectacular que en competencia nunca hubiéramos imaginado. Son cosas lindas que te da el tenis una vez que ya no estás ahí peleando por los puntos. Y después de horas de charla y entrando más en confianza, dijo: 'Bueno, contame de tu vida. ¿Qué estás haciendo? ¿Cómo estás? Hay noticias que circularon, ¿son verdad, son mentira? ¿Cómo estás con eso?'. Después me dijo: 'Bueno, vayamos al punto. ¿Es verdad que querés hacer tu despedida, jugar un partido en Argentina?'. Le dije cómo me sentía: 'De una única manera que esto se lleve adelante es si vos tenés ganas de acompañarme ese día. Si no yo emocionalmente no voy a estar preparado para afrontar esto y tampoco estoy convencido'. Y me dijo, así, contundente: 'Contá conmigo para lo que te pueda ayudar. Tengo Juegos Olímpicos, tengo Arabia [el torneo de exhibición], torneos, esto, lo otro, mi familia, pero de alguna manera te voy a acompañar en tu último rato adentro de la cancha'. Y para mí fue muy emotivo porque un tipo como él, con el calendario apretado que tiene, con las cosas que se juega semana a semana, las miles de ofertas que tiene de todo tipo, que haga un paréntesis y venga por un par de horitas a Argentina para estar conmigo y con la gente, que también lo ama, fue súper especial.
-¿Cómo siguió tu vida con los médicos tras el último partido?
-A los diez días del partido con Delbonis estaba operado. Opté por hacerlo en forma privada, porque había ganado en tranquilidad tras haber dicho que sería mi último partido. La gente ya no me preguntaba: '¿Volvés?'. La gente se había olvidado de cómo estaba mi rodilla: me cruzaba en la calle y me decía: '¿Qué andás haciendo? ¿Vas a ver a Boca? ¿Vivís en Tandil, en Miami?'. Yo había corrido el foco de volver al tenis. Pero sin embargo seguía apuntando a mejorar la pierna para volver a jugar, obviamente.
-¿Te fuiste del tenis con alguna cuenta pendiente?
-Yo quería ser número uno. Y sentía que lo podía hacer. Pero me rompí la rodilla. Fue un honor haber hecho mi carrera al lado de tantos grandes. Algunos dicen: 'No, bueno, a vos te tocó la peor época'. Ferrer, tal vez, hubiera ganado dos o tres Roland Garros, pero estaba Rafa. Y si le dicen: '¿Querrías jugar en otra época o perder con Rafa en la final de Roland Garros?', estoy seguro de que diría: 'Yo elijo lo segundo'. Y a mí me pasa lo mismo. A veces pienso cuál fue el partido más importante que jugué con Roger y lo gané. El partido más importante que me tocó jugar contra Murray puede ser la final de los Juegos Olímpicos [Río 2016], pero el otro puede ser la semifinal de la Davis [2016] y también gané. Y con Novak me pasó lo mismo. Me quedó la espinita de no repetir en el US Open [2018], pero fui a Serbia y ganamos [semifinales de la Davis 2011] y los Juegos Olímpicos [primera ronda de Río 2016] él no se lo olvida más, cuando también gané. Entonces, me voy a dormir tranquilo.
Fuente: Diario La Nación
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