28 de enero de 2008
Uno de los pocos patrimonios naturales que le queda al conjunto de los tandilenses está prácticamente olvidado. Si no existiesen unas pocas manos que intentan administrarlo bajo la figura de una asociación, más una buena cantidad de turistas que van en busca de su descubrimiento, se diría que se está frente al monumento a la desidia.
En un rincón serrano paradisíaco, entre otros cerros ya copados por la mano del hombre (emplazamiento casi igual de dañino que la explotación minera), se esconde –la promoción es prácticamente nula- la Reserva Natural Sierra del Tigre.
Para saber del lugar hay que remitirse a noticias pasadas, y no del todo gratas. Algún felino que dañó algún cuidador, un incendio o la polémica entre quienes conformaron una larga como tediosa componenda para administrar lo que resulta por éstos días, un tesoro que de tan escondido es obviado, descuidado.
Los esfuerzos de los que allí se encargan del predio evidentemente no alcanzan. Se le pregunta por el mal estado del camino y responden que no hay plata para su mejora. Agregan más, no reciben colaboración alguna por parte del Municipio (único propietario del magnífico predio), y por el abastecimiento del básico elemento, el agua, lo reciben gracias a las bondades de los Bomberos.
PRESENTACIÓN
Si se quiere saber por la historia, con solo ingresar a la página oficial del municipio local tendrá los datos relevantes sobre un espacio natural digno de ser revalorizado en tiempos de escasas propuestas recreativas para el visitante como el mismísimo tandilense.
Dicen que fueron los primeros habitantes de la ciudad que bautizaron el cordón serrano como Sierra del Tigre, por la abundancia de pumas de esa zona, felino autóctono, hoy desaparecido.
Desde 1972 se procura mantener una reserva natural bajo la administración de una sociedad privada, estructurando un ecosistema de flora y fauna autóctonas, aunque su paisaje agreste ya deja de ser valorizado. Más bien se trata de desidia, lisa y llana en las extensas 140 hectáreas cuyas especies arbóreas exóticas hoy conviven con pastizales.
Más precisamente, al consultar en la Dirección de Turismo comunal, se la presenta como “una de las mejores zonas de nuestra ciudad, enclavada en un lugar de privilegio, amén de sus otras bellezas naturales”. Empero, la merecida como pretenciosa presentación dista de lo que se aprecia hoy en el reducto.
Para llegar, habrá que dirigirse hasta el circuito del Lago del Fuerte, hasta tomar por Don Bosco y llegar donde cruza la calle Suiza. A unos 1300 metros, se encuentra la reliquia natural olvidada.
La Reserva está apenas a 6 kilómetros de casco urbano. Se trata de una de las reservas del país que se encuentra cerca de una urbe importante con una polución cero.
EN EL LUGAR
Una vez ingresado al predio, un hombre vestido de guardabosque saldrá de la garita para recibir a la flaca afluencia. Algunos en auto y otros a pie, pagarán el peaje y comenzará la aventura.
Escasa y vetusta señalización irá ubicando al visitante por dónde recorrer entre retamas, cavas y unos cinco kilómetros no apto para neumáticos gastados y amortiguadores averiados.
Abajo, en las jaulas, algún que otro pajarraco triste. Más allá, una de las cavas cobija dos jaulones deteriorados que encierran a dos pumas cuya pachorra siesta impide cualquier fotografía para el recuerdo.
Ya subiendo, entre toscas imposibles de sortear y grietas del tamaño de un zanjón que cruzan como venas el cerro, el camino llevará a cruzarse con mansos burros y llamas que no se sorprenden de la visita. Ellos sí, algo somnolientos, aceptarán posar para la postal rutinaria que invita el sitial.
Es que lo más admirable del lugar ya no son los escasos animales, sino las privilegiadas panorámicas que podrán guardarse en las retinas. Miradores naturales servirán para el goce de varios de los sentidos.
Bien a lo lejos se alcanza a ver erguido el chorro en el medio del Lago del Fuerte. Un poco más acá, el pseudo molino en Villa del Parque resulta una miniatura frente a la majestuosidad del escenario. Con poner un poco más de atención, ya la mandíbula empieza a caer pesadamente ante el descubrimiento del notable, vertiginoso, crecimiento demográfico de la zona más opulenta de la economía vernácula. Cabañas pululando como si fueran ya especies autóctonas de los cerros, propiedades dantescas trepadas en los peldaños forman parte de ese otro Tandil, que en la cotidianeidad también parece oculto.
En la extensa recorrida, al divisarse distintas cavas de antiguos canteristas con sus pircas ya en ruinas. Precisamente, llama la atención a los visitantes el caserío de antiguas viviendas de piedra, sin techo.
Cuentan al respecto que allí habitaban los picapedreros que hacían adoquines a fines del siglo XIX. Muchos de ellos eran inmigrantes de Montenegro que, por costumbre ancestral, construían sus casas de piedra con techo de chapa. Cuando una cantera se agotaba, abandonaban la casa y construían otra con el techo de la anterior.
Precisamente aquella historia invita a liberar la imaginación y soñar con que algún paisaje similar podría quedarse para siempre si las canteras dejaran los cerros que hoy explotan. Allí, como aquí, en Sierra del Tigre, podría bien disfrutarse de espacios naturales únicos, materialmente explotables turísticamente hablando.
Hoy –ayer- la Reserva pareciera ser un cúmulo de buenas intenciones. Nada más. A simple vista, con un simple recorrido, se redunda en la idea que se trata de un lugar inmejorable para lo que pretende vender Tandil como destino turístico. Sin embargo, por razones que la razón no entiende, la desidia y la precariedad de servicios suelen ser los sinónimos del paseo, un paraíso lastimosamente olvidado.
Una polémica de vieja data
Cabe consignar que no es casual sobre el actual estado de la Reserva. Por años estuvo signada por polémicas contractuales y juicios laborales entre quienes de alguno u otra manera formaron parte de la administración del paseo. En la década pasada, incluso intervino el HCD ante las serias irregularidades que presentó por años la asociación. Para salvar la situación de juicios, un grupo de concejales y vecinos preocupados se juntaron, pero de a poco se fueron yendo todos. Hasta que se llamó a una nueva asamblea, que fue eligiendo las actuales autoridades.
Desde el Municipio se dejó en claro que reina cierto encono para las actuales administradores. Es más, está latente la idea de que el lugar pase a manos del Municipio, tome intervención y posibilite una concesión que esté a la altura de las circunstancias, del verdadero lugar soñado que significa la Reserva Natural Sierra del Tigre.
Detalles a conocer
La información suministrada desde la página de internet de Turismo detalla que Sierra del Tigre es un predio de 140 hectáreas donado por la municipalidad por decreto del 30 de octubre de 1972; y confiado a la Cooperadora Reserva Natural Sierra del Tigre. Esta entidad autónoma de bien público sin fines de lucro y con personería juridica (2215-4922/72), resolución 111-95/73,26 de junio de 1973.
A saber: “En la Reserva se ha realizado trabajos de infraestructura como: primero se ha trabajado en el cerramiento del perímetro, con 1200 postes del tipo olímpico, de los cuales 200 los cuales 200 son madres y los restantes secundarios construido en cemento armado, y de una longitud de 3,40 de los cuáles 80 Cm van por debajo del nivel.
En este momento se ha realizado una casa para el guardareserva, que cuenta con todos los adelantos y el confort que se merece, y adjunto a la misma un galpón para guardar todo lo referente a las monturas y materiales para la conservación de la reserva.
Con respecto a la forestación se han plantado 1200 especies de árboles entre las que se encuentran: Acer neguno, Catalpa, Fresno Americano y Europeo, Paraiso, Álamo, Plátano, Acacia blanca sophora, Olmo punilla y Eucaliptus viminalis.
Con el apoyo de la dirección de Obras y Servicios Públicos de la comuna se ha construido un camino-circuito con una longitud de 5 kilómetros que fue inaugurado oficialmente el 26 de Octubre de 1981, con la presencia de todas las autoridades de nuestra ciudad.
En una segunda etapa se construirá un mirador de los Españoles que será donado por la Sociedad Española de nuestra ciudad.
Además de los caminos existentes la sierra cuenta con espejos de agua, una fuente de salud, una casa de piedra destruida, 7 playas de estacionamiento que pasaran a ser 9; y aproximadamente se podrá observar un serpentario que funcionará provisoriamente en la entrada.
Entre los animales que posee la reserva se encuentran: una hembra de Puma, donada por el Zoológico de La Plata, Gatos Monteses, Un carancho hurones, Vizcachas, Zorros, Jabalíes, Llamas, un Ciervo, además de Caballos que sirven para recorrer el predio”.
También en la página de internet sobre las reservas naturales del país, se describe a la que está en nuestra ciudad. Entre sus párrafos destaca que “la altura máxima esta dada en el cerro Venado: 389 metros sobre el nivel del mar. En la Estación Biológica, y acceso a la Reserva se podrá interiorizarse de la vida a través de la cartelera ubicada en el Centro de Interpretación. Variada flora y fauna encuentra refugio allí: monos carayá, perdices coloradas, carpinchos, zorrinos, ñandúes, faisanes, carancho, buitres, zorros, pumas, llamas, ciervos exóticos, jabalís, cabras, gatos monteses, burros, lagartos y una variedad de serpientes típicas de la zona. Es rica en vegetación como retamas españolas, chilcas, lamos, pinos, hierbas medicinales y pasturas”.
Demás está decir que lo que se informó en éstos últimos párrafos que forma parte de lo publicitado por la página oficial de la Dirección de Turismo comunal, dista de la realidad. De los citados animales, poco y nada se vio. A no ser que estuviesen escondidos en los muchos pajonales, también autóctonos, que lucen en el lugar.
Sobre el camino, parece que desde aquella fecha de su inauguración no se hizo más trabajo alguno.
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