3 de noviembre de 2025
En Carmen de Patagones y Luis Beltrán, Martín Pasman hace agricultura donde antes reinaba la aridez. Como en otras provincias, rota varios cultivos para poner a la papa en el centro de su negocio. "Argentina tiene un potencial enorme en transformarse con riego", afirma, y sus desarrollos demuestran que está en lo cierto.
En el norte de la Patagonia, uno de los mayores productores de papa de la Argentina decidió echar raíces. Martín Pasman, ingeniero agrónomo y quinta generación de una familia ligada al campo, lleva décadas desarrollando proyectos agrícolas de alto rendimiento en distintas provincias del país. Pero es en el Valle Inferior y Valle Medio del río Negro donde encontró el escenario ideal para combinar tecnología, eficiencia y desarrollo productivo.
Tal es así que casi la mitad de su producción de papas está
concentrada entre Carmen de Patagones (Buenos Aires) y Luis Beltrán (Río
Negro), donde además produce cebolla, trigo y maíz bajo un sistema de riego de
precisión que convierte suelos áridos en campos fértiles. Desde su faceta de
productor y técnico, se define como un apasionado por "transformar 'una vaca cada
20 hectáreas' en agricultura intensiva", convencido de que el futuro del agro
argentino está en el riego y en la puesta en producción de zonas hoy
desérticas.
Un grande de la papa
aprovecha el río Negro
El negocio papero de Martín Pasman tiene una magnitud
considerable: maneja alrededor de 90 pivotes de riego distribuidos en Córdoba,
San Luis, sur de Buenos Aires y la cuenca del río Negro. Produce papas durante
todo el año para consumo fresco y para abastecer a las tres industrias de papas
fritas que existen en la Argentina: McCain (en Balcarce), Simplot (en Mendoza)
y Lamb Weston (en Mar del Plata).
"Abastecemos el mercado todos los meses del año. Mientras en
algún lugar estamos sembrando, en otro estamos cosechando", resume. Esa
estrategia le permite cubrir la demanda constante de un alimento esencial. En
Patagones y Beltrán, por ejemplo, siembra entre septiembre y octubre y cosecha
de enero a junio. Desde allí, abastece con una papa de calidad sobresaliente a
todo el país, sobre todo a las provincias patagónicas.
De las 3.000 hectáreas que dedica a la papa, alrededor del
50% se encuentra en la cuenca del río Negro. En Carmen de Patagones, su campo
propio "El Carbón" cuenta con un total de 1.750 hectáreas bajo riego y 23
pivotes. En Luis Beltrán, produce en un campo arrendado a McCain sobre 1.000
hectáreas irrigadas con 20 pivotes activos. "Empecé entre Córdoba y Buenos
Aires, pero después empecé a mirar al sur", recuerda. Su primera visita al
valle en los años noventa fue suficiente para quedar "fascinado por el río y
por todo lo que podía hacerse con riego". Desde entonces, su apuesta por el sur
no hizo más que consolidarse: "Hoy, la mitad de nuestro negocio papero está
sobre el río Negro", afirma mientras mira el polvo levantado por el viento
patagónico y por las máquinas sembradoras de papas
Los rendimientos acompañan esa decisión. En ambos campos
logra entre 55 y 60 toneladas de papa por hectárea. Eso, sumado a su gran
escala, lo coloca entre los productores más eficientes del país.
Papas en la Patagonia:
eficiencia y sustentabilidad con tecnología y manejo
La base del sistema de Pasman es el riego por pivote
central, un método que conoce a fondo y defiende con convicción. "Es el sistema
que más se adapta a cultivos extensivos. Nos permite una gran operatividad, los
manejamos todos por telemetría, desde una computadora o un teléfono, con una
eficiencia del 90% y muy baja demanda de mano de obra", explica.
Su relación con la empresa Valley (de la que es presidente
en Argentina y mediante la cual participó del desarrollo de proyectos en Río
Negro) refuerza esa elección. En cada campo cuenta con estaciones
meteorológicas propias, con las que mide temperatura, humedad, radiación y
viento para ajustar el riego con precisión. "Calculamos el balance hídrico como
una cuenta bancaria: cuánto saca el cultivo y cuánto le estamos echando. Todo
está muy medido, porque el agua es un recurso escaso y regar es costoso".
En cada ciclo de papa aplica entre 800 y 900 milímetros de
agua, regulando el ritmo según la evapotranspiración del cultivo. "Con el
pivote podemos ir muy finos. Le ponemos la cantidad de agua que el suelo puede
retener, sin excesos", explica. En su esquema productivo, cada campo tiene
mapas de suelo y programación ajustada por sector, lo que le permite regar más
lento en zonas arenosas y más rápido en las arcillosas.
El manejo agronómico también está pensado para sostener la
productividad. La rotación típica es papa, trigo, cebolla, trigo, papa, trigo,
trigo, papa. "De cebolla hacemos menos volumen, de papa hacemos más. Si sacás
una foto satelital al campo, vas a ver 25% de papa, 50% de trigo, 12,5% de
cebolla y 12,5% de maíz", detalla. El trigo producido en ambas localidades se
destina a exportación vía Bahía Blanca, mientras que el maíz se vende localmente
a feedlots de la región. Los rindes promedian los 14.000 kilos por hectárea en
grano de maíz y 7.000 en trigo.
En cuanto a variedades de papa, destacan Spunta para consumo
fresco (de piel fina, suave y clara) e Innovator para industria, de mayor
materia seca. "Una tiene 20% de materia seca, la otra 16%. La Spunta es la que
comemos todos los días, la Innovator es más reticulosa y de piel gruesa, pero
frita es excelente. Un ñoqui con esa papa es un sueño", comenta con entusiasmo
técnico y gastronómico.
Desarrollar con riego
en el desierto
Más allá de su escala y su tecnología, Pasman se define por
una vocación: desarrollar campos. "A mí me encanta transformar 'una vaca cada
20 hectáreas' en 60 toneladas de papas por hectárea, o en 14.000 kilos de maíz
por hectárea. Argentina tiene un potencial enorme en transformarse con riego",
sostiene. Su preferencia por zonas desérticas no es casual: todos sus campos
productivos están en lugares donde llueven menos de 500 milímetros al año. "Si
no riego, no produzco nada. Pero me gusta producir así. Me gusta ver cómo el
riego cambia todo", afirma.
Esa mirada explica su apuesta por la cuenca del río Negro,
un territorio que considera de enorme potencial. "Esta región tiene todo para
desarrollarse: agua disponible, suelos aptos, clima favorable. Con rotación,
siembra directa y riego, se puede transformar por completo", asegura.
Desde su campo sobre la margen norte del río, Pasman combina
la mirada del ingeniero y la pasión del productor. Mientras continúa ampliando
su sistema de riego y rotando cultivos, insiste en que el futuro del agro
argentino pasa por aprovechar el agua con inteligencia. "Con riego, cualquier
zona puede cambiar su destino productivo. Solo hay que animarse a
desarrollarla", concluye.
(Diario Rio Negro)
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