23/08/2024
El 16 de agosto pasado, concluyó la etapa testimonial del juicio por los delitos de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura en la Subzona 12, que abarca todo el centro de la provincia de Buenos Aires.
Durante la audiencia, Alejandro Guillermo Duret, imputado
por homicidio doblemente agravado, privación ilegal de la libertad doblemente
agravada, tormentos agravados, robo y allanamiento ilegal de domicilio, amplió
su indagatoria. Duret ejerció como Jefe de Inteligencia entre 1976 y 1977.
El juicio, que comenzó el 25 de febrero de 2022, ha incluido
67 audiencias y ha recogido 213 testimonios sobre delitos cometidos contra 192
víctimas en 13 centros clandestinos de detención. Entre los 50 imputados se
encuentran ex militares, ex policías, ex penitenciarios y dos civiles. Estos
últimos están acusados de haber facilitado su propiedad para la comisión de
secuestros, torturas y asesinatos.
Si bien el juicio es conocido como "La Huerta",
también se están juzgando crímenes cometidos en otros lugares emblemáticos,
como la Quinta de Los Méndez, el ex ISER, el Centro Clandestino de Detención
"Estación del Provincial", Monte Pelloni de Olavarría, diversas
comisarías de la región, y los penales de Azul y Sierra Chica. Las víctimas, en
su mayoría, provenían de Tandil, Azul, Olavarría, Laprida, Ayacucho, Rauch,
Saladillo, Las Flores, Roque Pérez y Mar del Plata.
Este proceso judicial, que ya lleva casi tres años, ha
demostrado la existencia de un plan sistemático y preciso para instaurar un
régimen de terror en la región. Las comisarías y los penales eran utilizados
como centros de tormentos y de secuestro de vecinos y vecinas, bajo un método
que solo fue posible gracias a la complicidad civil, institucional y
eclesiástica.
El juicio también ha puesto en evidencia que los represores
tenían un objetivo claro: estudiantes, militantes políticos y sociales,
sindicalistas, obreros, docentes, trabajadores, trabajadoras, abogados y amas
de casa. Cualquiera podía ser un blanco en cualquier momento, porque el
propósito era instaurar un clima de terror generalizado para facilitar la
implementación de un único plan, el económico. Las grandes empresas y algunos
empresarios de mediano porte aprovecharon la oportunidad, lo cual también quedó
probado en este juicio.
A 49 años de los hechos, la posibilidad de alcanzar justicia
se ve dificultada por la muerte de muchos de los acusados. El tiempo también
juega en contra de las víctimas, sus familiares y testigos, ya que reabre
heridas y expone a personas de muy avanzada edad.
La tecnología ha jugado un papel dual en este proceso. Por
un lado, ha permitido que testigos, familiares y víctimas pudieran brindar sus
testimonios desde sus hogares, otras ciudades o incluso desde el extranjero.
Sin embargo, en algunas oportunidades ha complicado la claridad y fluidez de
los relatos. El tribunal ha operado de manera mixta, con audiencias
presenciales cada quince días en Mar del Plata, mientras la mayoría de las
partes participa a través de la plataforma Zoom.
A partir de septiembre, se presentarán los alegatos de las
partes, incluyendo la Fiscalía, las querellas -como la Subsecretaría de
Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires y la Asamblea Permanente por
los Derechos Humanos (APDH)- y las defensas. Se espera que, antes de que
finalice 2024, se dicte sentencia en la mayor causa por crímenes de lesa
humanidad que ha tenido lugar en nuestra región.
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