13 de septiembre de 2025
Frases hechas como "todo va estar bien", "¿de qué te quejas si tenes todo?", cobran otro sentido cuando quien las oye no puede dimensionar lo valiosa que es su existencia. Hoy en la Lupa Random, y a propósito de haberse conmemorado el Día de la Prevención del Suicidio, Liliana nos cuenta la historia de Lu, una de sus hijas. "Ella sintió que en un momento no podía con su vida, quería ayudar, pero era obvio que con todo no podía, nadie puede".
por
Lorena Medina y Florencia Pendas
Desde el 2003, el 10 de
septiembre es una fecha en la que se trabaja en la visibilización de la problemática
del suicidio en todo el mundo, una iniciativa de la Asociación
Internacional para la Prevención del Suicidio (IASP), con el respaldado por la
Organización Mundial de la Salud (OMS).
El lema elegido para poner
sobre la mesa, ésta, que es una problemática que atraviesa cualquier ámbito, es
"Cambiar la narrativa sobre el suicidio".
¿Y qué podemos hacer nosotros,
desde el lugar que nos toque, para abordar éste tema? Todavía hay muchos prejuicios
respecto al suicidio, a lo que también, se le suma el miedo de no saber cómo ayudar.
La salud mental es hoy una
de las más grandes preocupaciones en todos los niveles, laboral, educativo,
todos conocemos a alguien que transita momentos de mucha exigencia, demandas y
ese sentimiento de insuficiencia, que a veces no permite ver más allá.
Por supuesto la mirada
profesional es determinante, pero como en este espacio La Lupa Random siempre
intentamos buscar otra mirada, mostrarles otro costado de una misma realidad,
hoy les contamos la historia de Lili y su hija Lu, quien el 12 de abril de
2021, después de escribir una carta para toda su familia, decidió que ya no quería
cargar con su existencia.
Liliana Schonfeld, es una conocida empresaria de nuestra
ciudad, dueña de Pekitas, una tradicional juguetería. Ahí nos juntamos, en su
pequeña oficina, para hablar de Lu.
"Mi hija era una profesional, inteligente, hermosa
persona, pero en un momento empezó a ir para atrás y no sabemos cómo. En el
2019 tuvo un brote psiquiátrico. Fue atendida, medicada. En ese momento ella trabajaba
en la UBA, era trabajadora social en la facultad de Ingeniería y en el 2020
renuncio y volvió a Tandil", cuenta Lili rodeada de muñecos y juguetes, entre
los que asoma la enorme sonrisa de su hija en algunas de las últimas fotos que
se tomó.
"Ella sintió que en un momento no podía con su vida, quería
ayudar, pero era obvio que con todo no podía, nadie puede. Su profesión es muy
dura y empezó a no poder con eso, se involucró mucho en acompañar personas con
consumo problemático en CABA y también la sensibilizó la violencia de género,
de hecho, comenzó a organizar las marchas", rememora.
"Volvió a vivir conmigo, nos agarró la pandemia así que
estuvimos todo ese tiempo con otra de mis hijas, Mili. Empezó terapia acá y también
con tratamiento psiquiátrico, se sintió bien y decidió que se iba a vivir sola,
pero en un momento otra vez noté que estaba retrocediendo.
Hablábamos mucho, éramos muy unidas, pero bueno, siento
que ese momento fue un click", y después del chasquido de los dedos, hace silencio.
"Ese día, no me podía comunicar con ella, la llamábamos al negocio y no
contestaba. Empezamos a llamarla al celular y no atendía. Así que llame a una
vecina del local y le dije que le avise a Lu que iban a ir de telefónica porque
me parecía que el teléfono fijo no andaba. La vecina me contesto "la juguetería
está cerrada Lili". Ahí salí corriendo para su casa, estaba cerrada y yo no tenía
la llave. Al lado de su casa había una construcción que estaba haciendo el papa,
así que rompimos un vidrio y ahí la encontré. Fue muy duro, pero ahora a 4 años
y 4 meses, siento que haberla encontrado yo, me hizo entender muchas cosas. Hubiera
sido difícil aceptarlo si no estaba ahí", relata.
Liliana es una mujer de mirada cristalina y cada frase la
termina con una sonrisa, por más doloroso que se sienta el relato. Es una agradecida
a la vida, "obviamente que es duro aceptarlo, pero todos los días le prendo una
vela, todos los días le hablo, siento su compañía. Yo no elijo el sufrimiento, sé
que con el dolor voy vivir y me voy morir, pero no sufriendo".
Tampoco siente culpa, desanda esos días y sólo nota
incongruencias entre lo que se vivía y lo que pasó. Lu había hecho compras en
el supermercado para la semana, jugaba al futbol, pero le había manifestado que
quería prenderse a correr con ella. "Estuve hasta el último momento con ella, trabajaba
conmigo en uno de los locales, y fue inesperado. Porque hasta el día anterior, habíamos
compartido y disfrutado en familia, ella con amigos también".
El 10 de septiembre pasado, justo para el Día de la Prevención
del Suicidio, Lili hizo un posteo que decía algo así como "no se matan porque están
locos, ni porque tienen ganas de morirse o son cobardes, son personas que están
enfermas, que necesitan tratamientos y acompañamiento de las familias y los
afectos."
Hoy está mamá de tres mujeres (Caro, Lu y Mili) y abuela
de tres nietos, siente que tal vez tenga alguna herramienta más que antes, pero
también sabe que imprescindible hablar de Salud Mental y tratar de que sea más
accesible porque la mirada del profesional es clave.
"Uno siempre tiene las mejores intenciones, pero es muy
delicado decirle al otro, desde afuera, tenés todo, amigos, familia, no tenes
problemas de dinero, tenes que estar bien. Porque son personas que no lo pueden
ver, por eso es importante saber cómo acompañar, nunca vas a pensar que alguien
va a tomar semejante determinación. Con Lu éramos recontra cercanas, pero nunca
me dijo sobre su peso por vivir, y nunca lo sospeche. Sí buscaba la manera de
acompañarla sin invadirla. Trabajaba conmigo, entonces siempre buscábamos que
tuviera qué hacer. Estaba con sus tratamientos, pero no fue suficiente."
Ese día Lu dejo una carta que fue un alivio, les pidió disculpas,
manifestó que no podía con su vida y les hablo de amor. "Nunca me enoje con su decisión,
la respete. Siento qué tan mal estaría, cuánto estaría sufriendo. Lu no podía darse
cuenta de todo lo valiosa que era, desde su profesión, su amor con nosotros,
con sus sobrinos", dice Lili.
Si bien reconoce que el primer tiempo fue muy duro, hoy
Lili cuenta con el cariño del grupo de amigos de Lu que la mantienen presente.
En su familia siempre se habla con la verdad y se pone en palabras lo sucedido.
"Lu falleció, pero porque se suicidó, no decirlo no va a cambiar las cosas y si
lo tapamos nos alejamos de la comprensión. Y de estas cosas hay que hablar",
dice Lili y pienso en este lema que se propone "Cambiar
la narrativa sobre el suicidio", tal vez sea un buen comienzo empezar a narrar estas
historias desde un lugar más humano, comprometernos con la salud mental de
quienes nos rodean y con la propia. No minimizar ni maximizar, pero sí ser
atentos, escucharnos. Que desde los espacios profesionales haya más herramientas
disponibles. Que los actores de los distintos niveles educativos puedan
visibilizar, además de intervenir.
Lu, tuvo un paso de casi 30 años por la vida que no fue
en vano ni para su familia, y estoy seguir de que partir de hoy, tampoco para
ninguna de las personas que lea esta nota.
"Lu, me enseñó a valorar cada cosa, y trabajar mucho en mí.
Vivir el presente, inconvenientes vamos a tener todos, siempre, pero tenemos
que saber que es momentáneo. No es que tomo la vida más livianamente, sino que
valoro otras cosas".
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