6 de septiembre de 2009
Por Guillermo Liggerini
Las canteras y la preservación del patrimonio serrano no son compatibles. Por más ensayos e intentonas que se esgrimen de uno y otro sector, a estas alturas debiera dejarse en claro que resulta imprescindible encontrar un consenso y consecuentemente una definición sobre qué ciudad se quiere. Es tan legítima la actividad canteril como la voluntad de un pueblo a resolver que ya es suficiente, que es tiempo de cuidar el tesoro socio cultural -y económico- que representa el cordón serrano que nos cobija.
La asamblea por la preservación de las sierras parece saberlo, y se los acusa de extremistas, la clase dirigente arropados con sus respectivos intereses y/o convicciones políticas no, y transitan por una ambigüedad que da pavura.
Han venido dilatando con promesas y anuncios, un asunto muy delicado. Se está debatiendo y resolviendo sobre la identidad de los tandilenses, por lo que sería bueno que se deje de lado las mezquindades, las autoreferencias (¿A quién le importa que se llame ley Auza?) para que de una vez por todas los vecinos sepan sobre la ciudad que tendrán las futuras generaciones.
Se creía que tras la reunión entre el gobernador Scioli, el intendente Lunghi y el senador Auza, más otros testigos, se había acordado. Sin embargo, al ventilarse el proyecto de ley redactado por el veterinario a todas luces se desnuda un secreto a voces: Auza y presumiblemente la Provincia también no quiere quedar mal con el sector minero. No está mal que así sea, pero sería bueno que se aclare. La norma con sus plazos a cuestas (oportunamente definidos por el propio Scioli), han quedado difusos a partir de una "curiosa" redacción que no hace más que sospechar en que hubo letra canteril. Se huele un espíritu semejante al que también el zanatellismo, apoyado por el justicialismo de aquel entonces, plasmó en el Acuerdo Marco.
Los funcionarios bonaerenses, poco ensimismados con lo que resulta la problemática tandilenses, aludieron a diferencias de forma en la redacción de un proyecto que resultará histórico para un conflicto de décadas. Pero esas formas no hacen más que acarrear cuestiones de fondo. No definir con precisión cuándo será el día que los tandilenses escucharán la última explosión desde la poligonal, es seguir tropezando con la misma piedra, del tamaño con la que se extrae a diario del patrimonio sin más.
Imponer en el último de los articulados la posibilidad de estudiar nuevos focos de explotación minera dentro del Partido es una provocación lisa y llana.
El lunghismo, en tanto, curiosamente se presenta impotente como nunca antes a la hora de resolver por lo que está convencido emprender. Por otras cuestiones, supo hacer hasta lo impensado para obtener lo buscado. Desde levantar una réplica de la Piedra Movediza hasta montar un majestuoso hospital de niños.
Cuando los intereses electorales lo merecieron, Lunghi firmó un decreto polémico acerca del cese de la actividad minera que provocó un cimbronazo histórico, del cual luego no se sabía cómo salir. Al final del camino, y una vez el asunto puesto en la agenda política de la Provincia, la cosa no pasó a mayores, incluso el acecho judicial propiciado se diluyó sin más.
Se insiste, resulta curioso el rol timorato que Provincia como Municipio parecen ejercer frente al poder minero, cuando en verdad, o mejor dicho en la realidad de todos los días, cuando el Estado quiere, puede hacer como deshacer a su antojo.
Sino, que los digan los Kirchner desde el gobierno nacional. Apartándose de los reparos que pueden generar las decisiones emprendidas por el matrimonio presidencial, no se tuvo empacho en quitarle el fútbol al poderoso grupo empresarial, ni tomar los dineros de la AFJP. Fue una decisión política criticada y por muchos sectores reprochada, pero decisión al fin, fuerte, contundente, sin titubeos.
Porqué aquí, por una cuestión a todas luces favorable para el interés general de los tandilenses (las encuestas así lo expresan), se presentan tan cuidadosos, sólo ellos lo podrían responder.
Desde éstas páginas, tras aquella reunión con el Gobernador, si tituló con convicción que se había tomado una decisión histórica: en un par de años las canteras dentro de la poligonal dejaban de explotar la piedra. Pasaron los días y ahora parece repetirse aquella frustración que acompañó por décadas a Tandil. Dependerá de los mismos actores si quieren pasar a la historia de las realizaciones o de las frustraciones.
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