2 de septiembre de 2009
Por Ernesto Sangineto
He tratado de describir en anteriores notas el uso del que como ya he dicho fue junto con el caballo el mejor y más útil compañero de nuestros gauchos; su cuchillo.
Puñales, dagas, facones y verijeros fueron los que acompañaron la epopeya pampeana o en cualquier territorio del país en las diversas tareas camperas, pero hoy trataré de describir tal vez uno de los usos, quizás el menos deseado, que dio el gaucho a su amigo de “fierro”, la pelea o el duelo criollo.
En una demostración de coraje y defensa de su honor tuvo nuestro personaje que demostrar ante extraños y ante si mismo su decisión y habilidad para resolver algún pleito por medio del cuchillo, una ofensa, una traición amorosa, el querer demostrar con su “visteo” su superioridad ante sus pares generalmente bajo los efectos del alcohol, puesto que el “visteo” fue un arte que se practicaba desarmado, solo con un palito en la mano o un dedo tiznado de alguna olla para marcar la cara del oponente y así demostrar su agilidad y destreza.
Nos ha llegado a través de relatos de viajeros de épocas pretéritas en testimonios escritos de sus observaciones, luchas que fueron luego volcadas a relatos, novelas y películas que nos revelan que estos duelos de cumplir ciertos ritos estaban sujetos a una verdadera esgrima criolla.
El negarse a combatir podía traer una especie de sanción moral para el que lo hacía, rayana en la cobardía y le traería consigo entre otras cosas el desprecio de sus pares. No se utilizaban ni pistolas, ni espadas como se hacía en Europa, solo el cuchillo y el poncho envuelto en el brazo contrario que actuaba como defensa a veces y como ataque el tratar de echarlo sobre los ojos del adversario o golpear sus ojos con los flecos.
Luego de producirse el desafío por el motivo que fuera, los hombres buscaban espacio despejado, generalmente campo abierto sacándose rápidamente las espuelas “pa’ no pialarse” en ellos, que al ser de gran tamaño enredarían sus rodajas en el chiripa o los calzoncillos con cribos, sentenciando prácticamente la suerte de su dueño.
El cuchillo se empuñaba apoyando el cabo sobre la palma de la mano, manteniendo el pulgar extendido hacia la hoja, como se debe tomar para cualquier tarea y la posición de defensa y ataque nos hace recordar a la esgrima tradicional en el arma del florete, sin duda el estilo heredado de los españoles que en ligar de enrollar el poncho en su mano izquierda lo hacía con la capa, en vez de usar facón usaban sus grandes sevillanas.
Flecazos, cuerpeada, contraataque, topadas, esquivar el bulto, perder cancha, amagues, quites.
“si le amagan abajo ¡cuide arriba!
Si le amagan al tuso ¡cuide abajo!
Ni se fije en la mano del contrario
Mire que la intención del adversario
Más que en el brazo esta en los ojos.”
Todos esos artilugios se usaban en el duelo; hasta el rebenque fue usado del lado del cabo para terminar una pelea, los que habitualmente terminaban en la primera sangre, porque la verdadera intención no era matar sino marcar al rival, sobre todo en la cara dejando un “benteveo” en el rostro que le cantaría todas la mañanas ¡bicho feo! A su poseedor, aunque en algunos casos a pesar de estar vencido el perdedor era degollado sin miramientos. El que producía esa muerte se había “desgraciado” y solo le restaba huir hacia la pampa infinita o los toldos de los indios, luego de ser protegido en la huida por amigos ocasionales que lo proveerían de lo necesario para alejarse de la partida del juez de paz.
Cuando el gaucho no quería matar trataba de resolver el problema con un “planazo” que se hacia con los planos de la hoja del facón para no ocasionar una muerte innecesaria y de esa manera no “desgraciarse”, un cachetazo dado del mismo modo mostraba la superioridad y suficiencia, humillando y despreciando a su contrincante.
En la foto que acompaña la nota (disculpando el lector un cierto deterioro en la misma puesto que data de 1944) vemos a la derecha de la foto al recordado y querido “Perico” Staneck en una teatralización de un duelo criollo realizado aquí en Tandil para las fiestas de Carnaval, cuando en nuestra ciudad aún se le daba más importancia a todo lo gaucho, siendo este último uno de los tradicionalistas que más trabajó y difundió el criollismo en su más pura expresión. Dispongo de escenas parecidas o grabados, pero preferí esta a pesar del deterioro es original y nuestra.
Buenos amigos espero les haya gustado la nota un saludo y hasta la próxima.
Correo de lectores abierto.
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