22 de octubre de 2025
por
Por Néstor Dipaola
Corría el año 1939 y el filósofo español José Ortega y Gasset había llegado por tercera vez al país. Siempre dio conferencias y en la última pronunció la célebre frase:
- ¡Argentinos, ¡a las cosas!
El mensaje constituía un pedido bastante particular, el de
emprender las cuestiones realmente importantes.
Salvando la distancia, esa frase bien podría ser aplicada
para la situación del club Ramón Santamarina.
La institución aurinegra, nacida 112 años atrás, el 20 de
diciembre de 1913, además de haber obtenido múltiples campeonatos locales,
transitó caminos de gloria y de frustraciones en lo institucional. La quiebra
en los años noventa provocó millones de lágrimas y dolores.
Pero fue uno de los muy pocos casos en el país en que el
amor y el alma fueron más fuertes. Santamarina resurgió primero con el fútbol y
luego también institucionalmente gracias al predio que actualmente ocupa en una
fracción de la ex estancia "Sans Soucí", y que se denomina "Centenario" porque
la inauguración oficial del campo de juego y primeras obras ocurrió
precisamente cuando se cumplían cien años de la fundación.
Paralelamente, por esos tiempos, el primer equipo de fútbol
se estaba luciendo en los torneos profesionales de la AFA. Justo un año después
ascendió a la segunda categoría del fútbol argentino, nada menos.
Luego de transitar casi una década esos caminos, se produjo
el descenso a esta categoría tan ingrata como insólita que se llama "Federal
A". Participan decenas de equipos de todo el país y otorga apenas un par de
ascensos.
La Asociación del Fútbol Argentino dice actuar con un
espíritu "muy federal", aunque pone en evidencia una dosis increíble de
crueldad para con los clubes, al otorgarles subsidios exiguos, que no alcanzan
ni para abonar los gastos de unos referís que, además, salvo excepciones, demuestran
estar en el nivel de una categoría "D".
El caso de la Primera Nacional es algo distinto, pues los
aportes son medianamente importantes. Se trata de la misma AFA que recauda
sumas cuantiosas organizando encuentros de práctica en el extranjero.
Entonces, si los clubes no consiguen notables apoyos
comerciales, terminan conformando equipos escasamente competitivos. En esta
región sur, estamos viendo que no consigue ascender un grande como Olimpo, que
ha estado muchos años en la máxima categoría, entre tantos otros que proceden
de ciudades mucho más grandes que Tandil. Siempre hay excepciones, como este
año el caso de Bolívar, al poseer un esponsoreo muy especial y que no viene al
caso detallar.
Entonces, participar, ¿para qué? ¿Para demostrar, ante la
prensa nacional, que estamos en la tercera categoría del fútbol argentino,
sabiendo de antemano que NO vamos a ascender?
No tiene sentido, con las reglas de juego actuales. Sabemos
que ha quedado la rémora de una deuda importante a empleados y proveedores y
todavía no se sabe cómo va a ser abonada. Y si se paga, en el próximo año todo
será igual o peor.
Y por culpa de este torneo trucho e inútil, no han podido
adelantarse las obras del predio "Centenario". En ese lugar somos muchos (no
solamente santamarinistas, gente de la ciudad en general) que quisiéramos ver
una sede, un gimnasio y una tribuna. Cuesta mucho, pero sin duda menos que
algunos años de participación en un torneo que la AFA alguna vez lo tiró al ruedo
para que los clubes se arreglen como puedan.
Renunciemos YA.
Santamarina, ¡A LAS COSAS!
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