8 de noviembre de 2025
Santiago Silva es un tandilense de 30 años que hace poco más de un mes, vio cómo la casa de su familia, la que con tanto sacrificio levantaron, comenzaba a prenderse fuego. Logró salvar, dinero de la jubilación de su papá y un pen drive que es un tesoro para él. En esta Lupa Random, este ambientólogo y becario de Conicet, nos cuenta esos minutos de pánico en lo que pudo entre otras cosas salvar cinco años de estadísticas y agradece la solidaridad de la gente.
por
Lorena Medina y Florencia Pendás
El jueves 2 de octubre el día se presentaba hermoso, soleado, eran las 8 de mañana y la familia Silva terminaba de desayunar para comenzar la jornada laboral. Mientras tomaba el último sorbo de café, Santiago (uno de los hijos) sintió un poco de olor a plástico quemado y en segundo la hermosa mañana, se convirtió en pesadilla. "Le dije a mi mama que se fijara porque sentía un poquito de olor a plástico quemado, era casi imperceptible, pero era. Enseguida giro la cabeza y empiezo a ver que por un hombro me empieza a bajar humo negro, miro para el otro lado y de la arcada que da al pasillo, lo mismo. Todo muy de golpe. Ahí salí corriendo para atrás que están las habitaciones y el pasillo estaba lleno de humo negro que se condensaba arriba e iba bajando...es muy difícil de explicar".
Fueron segundos en lo que Santiago tenía
que tomar decisiones que podían mejorar o empeorar el panorama, pero no había
tiempo. "Entré corriendo a la habitación de mis papas y era todo absolutamente
negro, el colchón con todas las frazadas era una hoguera con llamas de hasta un
metro. En ese momento escuché el grito de mamá que me preguntaba qué pasaba y
le dije 'se prende fuego la casa', le di mi celu para que llame a los bomberos
pero se quedó paralizada. Fui a la cocina a buscar agua, pero cuando pensé dos
segundos, ese colchón así como lo había visto, no lo apagaba con agua, así que
busque el matafuego del auto, lo usé...pero tampoco se apagó. En ese momento el
humo era imposible, no había oxígeno", sigue relatando Santi que sabe que con
palabras no llega a transmitir lo vivido.
Hacía algunos días su papa se había
jubilado y le habían entregado una suma de dinero por eso, que había guardado
en un placard de la habitación en donde se había generado el fuego, de eso se
acordó Santiago y no dudó en volver a entrar a su casa. "Entre de nuevo a
buscar la jubilación, pisé ese mismo colchón derretido y abrí un placard -que
nunca podíamos abrir- en segundos. Después salí a la calle y empecé a pedir
ayuda".
En ese momento cuando pudo pensar un poco
más, no pudo contener el llanto, una tristeza que iba más allá de lo material.
Santiago es Licenciado en diagnóstico
gestión ambiental y trabaja con productores porcinos locales en cuestiones del
agua. Su labor destacada lo ha llevado a ser becario del Conicet y da algunas
materias en la carrera de Gestión Ambiental que se dicta en la Unicen.
Santiago lloraba porque estaba viendo como
el trabajo de años por levantar esa casa se lo estaba llevando el fuego, pero
también lloraba porque en su habitación estaba su computadora, que es la "caja
fuerte" en la que guarda celosamente un trabajo sobre el agua que está próximo
a ser publicado en una revista científica, para cumplir con uno de los
compromisos que asumió como becario Conicet.
"Entre una vez más para ir a mi habitación,
buscaba mi computadora ahí está mi tesis de hace 5 años, mi vida, mis datos, mi
todo, estaba ahí. Al tanteo empecé a buscarla y no la encontraba. En ese
momento me acorde que justo la noche anterior - no me preguntes porque - había
pasado todas las actualizaciones de ese trabajo que tengo que publicar a un pen
drive, así que busque eso y salí, tratando de cerrar la mayor cantidad de
aberturas que pude para que el oxígeno no siga avivando el fuego".
En ese momento, cuando todo era caos, en la
calle frenaron dos personas para brindarnos ayuda, una era Nati y otra chica
que no recuerdo el nombre. Nos contuvieron y Nati nos ayudó un montón después,
recibiendo y seleccionando las donaciones", cuenta.
Nati, es la persona que nosotros también
conocimos a partir de este incendio, ella hizo los flyer que se difundieron y
puso su número de teléfono para poder organizar la ayuda. Nati no es
trabajadora social, ni psicóloga, ni especialista en catástrofes...o sí, tal vez
todo eso y más, porque es una tandilense más que se brinda por el otro. Y
parece que también tiene un talento especial para estar justo donde se
necesita, porque ese día, yendo a su trabajo encontró a Santiago llorando en la
vereda mientras su casa se prendía fuego.
"Esa casa la venimos construyendo desde
hace años, nos quedaban los retoques finales del exterior, por eso lloraba... de
impotencia, no lo podía creer después de tanto esfuerzo que pasara eso. Tengo
30 años y empezamos a levantarla cuando yo estaba en la secundaria, imagínate,
todos esos años y digo levantarla porque la hicimos con mi viejo".
La mañana para Santiago no terminó con los
bomberos apagando el incendio, sino con el siendo trasladado al hospital, "aspire
humo y escupía negro, así que me tuve que ir a atender. Pero a las dos horas
estaba de vuelta en casa y ya había familiares, amigos limpiando con mis viejos",
recuerda agradecido.
Y ahora había que empezar a levantarse, una
vez más. "Nati me llamo y me dijo que su hija había comentado la situación en
la facultad (estudia Humanas) y me contó que todos me conocían y me estaban
queriendo ayudar. Me mató con eso porque es lindo pensar en el cariño de la
gente. Fue impresionante", cuenta emocionado por la respuesta de la gente.
Aunque al principio les costó recibir
ayuda, tal vez no de orgullosos sino por falta de costumbre, pero se dieron
cuenta que, sin una mano, no iban a poder volver a tener su casa habitable. Lo
que no pensaron fue, que permitirse recibir la ayuda, les iba a dar la
posibilidad de ayudar a otros. "Dos días después se quemó una casa a dos
cuadras y aunque el caso de ellos no tuvo tanta repercusión, nosotros fuimos a
ayudar y también les dimos parte de lo que recibimos de la gente. Que se te
queme la casa es un momento re duro, necesitas todo, pero no podes tener nada.
Imaginate que, si a nosotros nos traían cosas, no teníamos donde ponerlas. Nati
fue la que guardo las cosas y nos fue llevando de a mudas de ropa y cosas que
le iban donando, pero a medida que lo fuimos necesitando".
Ahora a poco más de un mes del incendio, el reacondicionamiento material sigue, la recuperación física también porque los pulmones de Santiago se afectaron y debió tratarlos, pero la que cuesta es la sanación mental y el trauma que general vivir una situación así. Volver a repasar ese día, todo lo que podría haber hecho y hacer balances, buscar el lado positivo. "Si hay algo bueno dentro de todo lo que paso, es que quiero que la gente sepa que la ayuda llega, se valora un montón y se agradece, se agradece muchísimo. Y volviendo a ese día, siento que todas las pequeñas cosas que podían salir bien...salieron".
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