12 de enero de 2009
Hace seis años, desde éstas páginas se informaba acerca de un paraíso terrenal prohibido. Unas añejas cavas de un cantera que hace décadas dejó de funcionar se transformaron un tentadores piletones naturales, de una magnitud imponente, una majestuosidad que merecería una intervención, dada las carencias que Tandil como destino turístico tiene en materia de espejos de agua, más la belleza que cobija una propiedad privada pero abandonada, ya ni siquiera con la custodia que por aquellos años supo contar.
Será por eso entonces que ayer, como en estos calurosos días de verano la ex cantera de Cerro Leones se ha transformado sencillamente en un popular balneario clandestino, con las bondades como peligros que ello reviste.
Los vecinos insisten sobre el singular movimiento que despierta el refrescante como prohibido atractivo, que ya no sólo invita al chapuzón de los que viven cerca, sino que se ha transformado incluso en una especie de destino turístico.
Sin estar especificado en los circuitos turísticos de la ciudad, el boca a boca ha llevado a que vecinos de otros barrios e incluso turistas se acerquen para descubrir y pasar toda una tarde a pleno sol y agua en esas ollas gigantes que los mineros de antaño supieron concebir entre barrenos y petarreo de la otrora populosa actividad canteril que sirvió de aliciente para que se montara una barriada, casi un pueblo con sus propia idiosincrasia, Cerro Leones.
MASIVA AFLUENCIA
Todavía en el lugar se erigen las viejas estructuras de hierro que supieron de una próspera actividad. Hoy, por allí pasan indiferentes sólo torsos desnudos, familias enteras cargando con sombrillas, canastas con mate y masas para pasar una tarde única, entre el paisaje agreste, los senderos y los cobertizos donde los mineros cuidaban sus humanidades tras una explotación y paredes de rocas inmensas, con un precipicio de unos 15 metros. Abajo, agua cristalina, que incluso deja apreciar sobre la profundidad que también alcanza los aproximadamente 15 metros. Allí unos intrépidos adolescentes se lanzarán a pura adrenalina. Mientras que otros flotan por su propia capacidad o se las ingenian con cámaras de neumáticos de camiones.
La tranquera del ingreso principal a la ex cantera está con candado y se levantan carteles que advierten sobre la propiedad privada. Sin embargo nada impide que igual cientos de personas ingresen. Si no es por allí, lo harán por la calle lateral, lindera con la cancha auxiliar del Club Figueroa. Allí incluso se improvisó un acceso sin candados que permite que las motos e incluso los autos entren sin problemas hasta metros de una de las orillas de una de las cavas.
COMO LLEGAR
Se llega al lugar siguiendo las vías del ferrocarril que supo unir a la cantera El Trincante y Baso Aguirre, y con ello se unía dos barriadas como La Movediza y Cerro Leones.
Una vez sorteada la tranquera, se sigue los senderos donde hace años transitaban los camiones cargados de piedra molida. La primer escala será una olla de piedra gigante, que incluso cuenta con una especie de playa que resulta fácil para su acceso al agua.
Unos metros más arriba, también siguiendo el surco de los ex picapedreros, se hallará otro espejo de agua límpido, virgen, alcanzando una dimensión cercana a los 120 metros por 100, retrato de un lago de otros sitios más allá de la Provincia de Buenos Aires.
Sobre la pureza del agua, se aclara que no versa sobre agua pluvial, quienes allí la disfrutan hablan de agua que emerge de las cavas, y al tratarse de lagos relativamente nuevos y con cimientos de piedra, su limpieza es sencillamente ideal.
DOMINGO A PLENO
Ayer por la tarde, la hilera de autos dirigiéndose el “balneario” de piedra fue interminable. Algunos ya conocedores del terreno, otros visitantes por primera vez. Todos unidos por la misma atracción, el mismo desafío, aunque la misma peligrosidad.
En la zona más baja, familias enteras juegan con el agua. Algunos preparados con bártulos cual camping en vacaciones. Con carpas, reposeras, sombrillas y hasta colchonetas acuáticas para pasar la mejor de las tardes.
En las zonas más profundas, unos muchachos dejaron sus motos e intentan seducir a las chicas que retozan al sol con sus biquinis lanzándose desde lo más alto del precipicio (unos 15 metros de altura para caer vertiginosamente en el espejo cristalino).
Otros atando cámaras de neumáticos a una piedra de la orilla se animarán a ir más allá. Hay espacio de sobra, todos tienen su lugar. Todos se miran, saben que la osadía también reviste un riesgo que podría ser letal y todos lamentarían, por eso es como que se vigilan, se cuidan todos. Sólo los incomoda el foco del reportero que graficará una y cada una de las escenas que por clandestinas no dejan de ser reales, palpables de este Tandil.
Las potencialidades y las ideas perdidas
Como se dijo, ya en el 2003 se hablaba sobre las potencialidades del lugar. Pobladores de Cerro Leones insisten en proyectos tendientes a explotar turísticamente la zona, con el “balneario” como mayor atractivo. Ya muchos lo disfrutan incluso haciendo una parada luego en el boliche de chapa y disfrutando de una picada con productos regionales para no olvidar.
Se recuerda que hubo –hay- un funcionario comunal que en los primeros pasos de la gestión hablaba de una idea que a simple oído resultaba una maravilla. Hablaba de un tren turístico, que saliera de la también alicaída estación ferroviaria, pasara por la cantera El Trincante y el paseo de La Movediza
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