Deportes. Boxeo:Amilcar Brusa

El último de los grandes entrenadores que tuvo nuestro país, falleció el jueves pasado. Amílcar Oreste Brusa, a los ochenta y nueve años de edad. Contrajo una bronquitis que finalmente se tradujo en su fallecimiento. El conductor de Carlos Monzón, nació en Colonia de Silva el 23 de octubre de 1922, aunque fue anotado el 28, en Santa Fe. Con ese enorme físico, en la chacra donde vivía tuvo una conversación con su padre. “No me gusta el estudio, no me gusta trabajar en el campo” –le dijo ¿Entonces que vas a hacer? Respondió: ¡Quiero ser boxeador! Pues, adelante, lo alentó el viejo Brusa. Combatió como amateur entre los pesos pesados. Hizo treinta peleas, perdiendo tres, dos ante el campeón olímpico Rafael Iglesias. Luego, enmascarado integró la troupe en la que participaba Martín Karadajián. Hasta cuando pudo atendió el gimnasio, si ya había estado en el rincón conquistando 14 coronas mundiales, seguía abocado a la preparación de un próximo campeón mundial. Para él no había otra forma de vida, debía estar entre el repiqueteo del punching ball y el olor a aceite verde para sentirse vivo, aunque renegara, aunque se hiciera malasangre. Como entrenador fue disciplinado, severo, duro y enérgico. Muchos de sus pupilos lo desperdiciaron y desperdiciaron un futuro por no adaptarse a sus exigencias –que ellos- para justificarse, la calificaban de antigua o perimida. En la vida de relación conocimos también al tipo bonachón y amplio, que nunca dudaría en ayudar a quien lo necesitara o en estar del lado de una causa justa. Con el título logrado por Alejandra Oliveras hace un par de meses, Amílcar Brusa llegó a su título mundial número 15. Seis de sus dirigidos que llegaron a coronarse nacieron en Argentina: Carlos Monzón (mediano), Miguel Ángel Cuello (mediopesado), Juan Domingo Córdova (minimosca), Jorge Rodrigo Barrios (superpluma), Carlos Manuel Baldomir (welter) y Alejandra Oliveras (ligero); seis en Colombia: Miguel Lora (gallo), Sugar Rojas (supermosca), Tomás Molinares (welter), Luis Mendoza (supergallo), Rafael Pineda (superliviano) y Francisco Tejedor (mosca); uno en El Salvador: Carlos Hernández (superpluma); uno en República Dominicana: Francisco Quiroz (minimosca); y uno en Venezuela: Antonio Esparragoza (pluma). Tuvo en su momento una diferencia irreconciliable con Tito Lectoure. Trató, junto con Monzón y Cacho Steimberg hacerle la contra con una empresa llamada Fila 1. El fracaso lo obligó a emigrar e instalarse en Estados Unidos, en Los Ángeles, donde estuvo a cargo de “La Brea”. Un gimnasio donde se movieron varios campeones. Antes de combatir Monzón con Benvenutti, quién perfeccionó su forma de caminar y de combinar los golpes fue Manolo Hermida. Esto se mantuvo en secreto por años. Cuando Carlos Irusta lo publicó en Ring Side, pensó que Brusa se iba enojar. Nada de eso, con gallardía, agradeció la ayuda del gran maestro platense. Al cumplirse 30 años del combate en el que Monzón ganó el título, fuimos con Hernán Nicolini y Juan de Biase a hacer un programa en el canal de Santa Fe. Mientras proyectaban la pelea, donde el argentino le estaba haciendo pasar un infierno a Nino, yo dije: “Seguramente tendría ganas de bajarse”, a lo que Brusa respondió: “No, nunca hubiera hecho eso, era un gran campeón”. Muestra acabada de su hidalguía. Brusa fue reconocido mundialmente al ser introducido al Hall de la Fama de los Ángeles y también en el de Canastota, donde solamente tiene ese honor junto con él, Angelo Dundee. Sus restos fueron velados el viernes. El cortejo fúnebre pasó por el gimnasio donde funciona la academia de box en la que el Maestro seguía formando púgiles. Luego pasó por el Club Atlético Unión, para finalmente dirigirse al Cementerio Municipal.