7 de febrero de 2015
Su nombre completo es Héctor René Lavandera. Nació en Buenos Aires el 24 de septiembre de 1928. Llegó a esta ciudad a los 14 años. Vino con sus padres, pero no desde la Capital sino desde Coronel Suárez, adonde se habían trasladado cuando él tenía nueve años.
Los padres de René eran hijos de españoles. Antonio Lavandera, viajante de comercio. Su madre, Sara Fernández, fue maestra durante muchos años de la escuela número uno de Tandil. Sus ex alumnos guardan gratísimo recuerdo de ella.
Su familia está compuesta por Nora, su mujer. Tiene cuatro hijos: Graciela, Julia, Waldo y Lorena.
EL GRAN ARTISTA
Tras el accidente que le privó de su brazo diestro, la vida lo acercó mágicamente al arte milenario del ilusionismo. La prestidigitación. “Ser prestidigitador ya es difícil… parecería imposible si no existiera René Lavand”, dijo Max alguna vez.
En 1961 se le abrieron las puertas del espectáculo en la televisión argentina, y en los teatros El Nacional y Tabarís. Poco tiempo después lo convocaron para actuar desde Uruguay y Chile. Y luego llegaría la gran consagración en el Show de Ed Sullivan, en los Estados Unidos, donde actuó para 50 millones de almas.
Enseguida, México y toda América Latina.
En 1983 se presentó por primera vez en España y desde entonces viaja un par de veces por año a Estados Unidos y a la vieja Europa, especialmente contratado. También anduvo por las lejanas tierras de Japón y Australia, entre otros sitios. Pero siempre vuelve a Tandil, su querida ciudad de las sierras, como él mismo lo expresa con orgullo a cada momento.
Para felicidad de todos, hoy René sigue siendo no solamente nuestro gran embajador, sino fundamentalmente el mismo muchacho soñador que siente y ama casi por mandato natural.
EL ESTILO Y LA RUTINA
-¿Cuando surge el tema René Lavand, la palabra que invariablemente entra en la conversación es estilo?
-Claramente no hay un artista sin estilo. Eso es lo que queda. Y creo que puedo contestar a su pregunta con un ejemplo. Hace cinco o seis meses atrás actué en Buenos Aires ante un público muy entusiasta. Yo tengo mayor éxito en Argentina porque estoy hablando mi propia lengua y con mi estilo puedo llegar más profundamente al público. Viendo el espectáculo estaban dos de mis admiradores que siempre venían a mis actuaciones. Uno es un psiquiatra y el otro un colega. Yo anuncié que iba a hacer una nueva rutina especialmente para ellos. Contenía dos cartas firmadas dentro de un sobre. Un efecto muy fuerte, muy convincente. Un efecto que realmente sobrecoge. Al final de la noche mi colega me pidió que le diera una clase en mi casa. (Ocasionalmente doy clases magistrales cuya duración es de dos días con un solo estudiante). El vino y estuvimos conversando acerca de lo que había sucedido la noche de mi actuación. Dijo que le había preguntado al psiquiatra si le había gustado mi nueva rutina de la cual yo estaba tan orgulloso. Y el psiquiatra dijo: “No, no realmente. Me pareció sí una gran rutina, pero no era René Lavand”. Mi colega continuó, “y yo concuerdo con el psiquiatra, fue una gran rutina, pero no era usted.”
Eso me hizo pensar, la gran rutina no les interesó porque no era yo. Luego comencé a imaginarme por qué y encontré la razón. La rutina carecía de mi toque estilístico. Y me llevó tres meses encontrar las palabras adecuadas. Las encontré por accidente, quizá porque mi subconsciente las estaba esperando.
Y una tarde mientras estaba tomando café con amigos escuché la frase de Antoine de Saint Exupéry en El Principito. El pequeño príncipe decía: “Lo esencial es invisible a los ojos”. Entrego el abrecartas, tomo el sobre con dos dedos y en el momento en que lo alcanzo, agrego: “trataré de hacer mi técnica invisible y así su efecto será esencial”. Y este es el toque que marca el estilo de una gran rutina que en su forma inicial no interesó a mis amigos porque no era René Lavand.
LA CASA DE TANDIL
-Me ha contado que su casa, la cual contiene su estudio, es un ambiente paradisíaco, rodeado de un jardín botánico y con toda clase de pájaros volando libremente. Usted lo llama Milagro Verde, un lugar cerca del “Faro del Fin del Mundo”. ¿Es esto lo que lo motiva?
-Yo estoy en contacto con la naturaleza, en permanente contacto con mi estudio. Este ambiente realmente me ayuda. Y también estoy motivado por la responsabilidad de cualquier contrato que tenga que cumplir. Por ejemplo, desde que supe que tenía que venir al Castillo Mágico, supe que tenía que vérmelas con el tema del idioma y traté de agregar algunas palabras en inglés y tener el tiempo exacto para cada movimiento.
-¿Usted tiene una forma poderosa de comenzar y terminar su actuación?
-Lo pienso mucho, es muy deliberado y lo practico extensamente en mi estudio. Yo siempre practico como si estuviera frente al público y hablo en voz alta. Todo es parte de la composición. Todo es parte de la técnica. La forma en que uno mira al público, la forma en que uno se expresa. Y debe parecer espontáneo. Me agrada mucho que usted lo haya notado. Esto es algo que preparé especialmente para los Estados Unidos para ayudar a superar el problema del lenguaje. El público no lo analiza pero lo siente.
(Fragmento de la entrevista de Tina Lenert a René Lavand, publicada en el libro “Barajando recuerdos”, de René Lavand, Tandil, diciembre de 1998).
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