8 de febrero de 2015
Su nombre completo es Héctor René Lavandera. Nació en Buenos Aires el 24 de septiembre de 1928. Llegó a esta ciudad a los 14 años. Vino con mis padres, pero no desde la Capital sino desde Coronel Suárez, adonde se habían trasladado cuando él tenía nueve años.
Los padres de René eran hijos de españoles. Antonio Lavandera, viajante de comercio. Su madre, Sara Fernández, fue maestra durante muchos años de la escuela número uno de Tandil. Sus ex alumnos guardan gratísimo recuerdo de ella. Su familia se componía con Nora, su mujer y cuatro hijos: Graciela, Julia, Waldo y Lorena.
Alabado por colegas de todo el mundo -David Copperfield se declaró su "fan" cuando estuvo en Argentina y el prestidigitador español Juan Tamariz Martel lo calificó como "poeta de las cartas"-, Lavand se destacó en el arte de la cartomagia, al que unía un notable talento narrativo en los relatos que acompañaban sus "nobles trucos", con un particular manejo de los silencios.
"Tandil es el vértice para mí, el lugar al que regresar, el sitio al que volver que debe tener todo hombre", relató en el filme documental "El gran simulador", que sobre él realizó Néstor Frenkel y que se estrenó en 2013.
En Tandil, en 2012 y para reafirmar su dimensión pública, la intendencia erigió una estatua en su honor en los jardines del Palacio Municipal.
Nacido como Héctor René Lavandera en septiembre de 1928, René Lavand comenzó a trabajar profesionalmente como prestidigitador en 1960, luego de ganar un concurso y con actuaciones en los teatros Nacional y Tabaris de avenida Corrientes.
En esos años fue invitado a los dos programas de máxima audiencia de la televisión estadounidense: "El show de Ed Sullivan" y "The Tonight Show" de Johnny Carsson, y trabajó luego en Nueva York y en Las Vegas, haciendo también cruceros y realizando presentaciones en México y Venezuela, entre otros países latinoamericanos.
En la televisión argentina fueron famosas sus apariciones en programas como "El show de Pinocho" de Juan Carlos Mareco o "Sábados circulares" de Pipo Mancera, además de tener luego sus propios ciclos como el "Mano a mano con René Lavand".
Una de las particularidades de Lavand fue que no poseía mano derecha, la que había perdido en un accidente en Coronel Suárez a los 9 años al ser atropellado por un automóvil.
"Tuve la suerte de no poder copiar a nadie, la suerte de tener una sola mano porque no hay técnicas ni libros para prestidigitadores de una sola mano de modo que estuve obligado a hacerme en forma autodidacta, lo que fue una bendición porque así pude forjar un estilo", declaró en relación con este infortunio del que hizo una de sus marcas y una fortaleza.
Definiéndose a sí mismo en la misma película de Frenkel, Lavand dijo ser "un hacedor de juegos de barajas, un experto en cartas".
"Magia es la fascinación del artista con la que logra la comunicación con su público; de modo que si dicen que tengo magia en escena me halagan pero no me gusta que me digan mago, eso confunde".
Coleccionista de bastones (contó más de 60 de su propiedad), antiguo esgrimista y vecino ilustre de Tandil, Lavand, que llevó su arte por el mundo entero despertando admiración entre colegas y legos, también trabajó en cine bajo las órdenes de Adrián Caetano en "Un Oso rojo", cuando interpretó a El Turco, un mafioso de poca monta que regentea un bar en la Isla Maciel y que intenta asesinar al Oso (Julio Chávez), un antiguo camarada de delitos del que quiere deshacerse para evitar pagarle una deuda.
Además de sus shows y actuaciones, René Lavand recorrió el mundo dando clases y seminarios y publicó cinco libros de técnicas de cartomagia para especialistas a los que debe sumarse su libro de anécdotas, "Barajando recuerdos".
Su número más admirado y trascendente fue su versión de "Agua y aceite", donde hizo famosa la frase "no se puede hacer más lento", jugando al límite entre la ilusión y la posibilidad de descubrir la trampa.
Mi gran maestro -dijo una vez- es Miguel Angel, "él me enseñó a quitar todo lo que sobra, a llegar a lo simple y eso es lo que busco, la belleza de lo simple".
Además se hizo un documental sobre su vida que llevó el título de “El Gran Simulador”. Además de recibir numerosos homenajes en Tandil, también fue distinguido por la Legislatura Bonaerense y el Senado Nacional, entre la gran cantidad de agasajos que recibió por su calidad profesional.
EL ESTILO Y LA RUTINA
-¿Cuando surge el tema René Lavand, la palabra que invariablemente entra en la conversación es estilo?
-Claramente no hay un artista sin estilo. Eso es lo que queda. Y creo que puedo contestar a su pregunta con un ejemplo. Hace cinco o seis meses atrás actué en Buenos Aires ante un público muy entusiasta. Yo tengo mayor éxito en Argentina porque estoy hablando mi propia lengua y con mi estilo puedo llegar más profundamente al público. Viendo el espectáculo estaban dos de mis admiradores que siempre venían a mis actuaciones. Uno es un psiquiatra y el otro un colega. Yo anuncié que iba a hacer una nueva rutina especialmente para ellos. Contenía dos cartas firmadas dentro de un sobre. Un efecto muy fuerte, muy convincente. Un efecto que realmente sobrecoge. Al final de la noche mi colega me pidió que le diera una clase en mi casa. (Ocasionalmente doy clases magistrales cuya duración es de dos días con un solo estudiante). El vino y estuvimos conversando acerca de lo que había sucedido la noche de mi actuación. Dijo que le había preguntado al psiquiatra si le había gustado mi nueva rutina de la cual yo estaba tan orgulloso. Y el psiquiatra dijo: “No, no realmente. Me pareció sí una gran rutina, pero no era René Lavand”. Mi colega continuó, “y yo concuerdo con el psiquiatra, fue una gran rutina, pero no era usted.”
Eso me hizo pensar, la gran rutina no les interesó porque no era yo. Luego comencé a imaginarme por qué y encontré la razón. La rutina carecía de mi toque estilístico. Y me llevó tres meses encontrar las palabras adecuadas. Las encontré por accidente, quizá porque mi subconsciente las estaba esperando.
Y una tarde mientras estaba tomando café con amigos escuché la frase de Antoine de Saint Exupéry en El Principito. El pequeño príncipe decía: “Lo esencial es invisible a los ojos”. Entrego el abrecartas, tomo el sobre con dos dedos y en el momento en que lo alcanzo, agrego: “trataré de hacer mi técnica invisible y así su efecto será esencial”. Y este es el toque que marca el estilo de una gran rutina que en su forma inicial no interesó a mis amigos porque no era René Lavand.
LA CASA DE TANDIL
-Me ha contado que su casa, la cual contiene su estudio, es un ambiente paradisíaco, rodeado de un jardín botánico y con toda clase de pájaros volando libremente. Usted lo llama Milagro Verde, un lugar cerca del “Faro del Fin del Mundo”. ¿Es esto lo que lo motiva?
-Yo estoy en contacto con la naturaleza, en permanente contacto con mi estudio. Este ambiente realmente me ayuda. Y también estoy motivado por la responsabilidad de cualquier contrato que tenga que cumplir. Por ejemplo, desde que supe que tenía que venir al Castillo Mágico, supe que tenía que vérmelas con el tema del idioma y traté de agregar algunas palabras en inglés y tener el tiempo exacto para cada movimiento.
-¿Usted tiene una forma poderosa de comenzar y terminar su actuación?
-Lo pienso mucho, es muy deliberado y lo practico extensamente en mi estudio. Yo siempre practico como si estuviera frente al público y hablo en voz alta. Todo es parte de la composición. Todo es parte de la técnica. La forma en que uno mira al público, la forma en que uno se expresa. Y debe parecer espontáneo. Me agrada mucho que usted lo haya notado. Esto es algo que preparé especialmente para los Estados Unidos para ayudar a superar el problema del lenguaje. El público no lo analiza pero lo siente.
(Fragmento de la entrevista de Tina Lenert a René Lavand, publicada en el libro “Barajando recuerdos”, de René Lavand, Tandil, diciembre de 1998).
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