14 de junio de 2025
El padre, una figura a veces subestimada. Cuando hablamos del sufrimiento de un hijo, en lo primero que pensamos es en "cómo la estará pasando su mamá", pero seguramente hay un padre, también sufriendo. Hoy en vísperas del Día del Padre, La Lupa Random se posa en Martín, un papá que nunca dejó de pedir justicia por su hijo Juan, quien estuvo detenido dos años por una falsa denuncia acusado de abuso de un menor. Este es el periplo de un padre que nunca dejo de pedir que se sepa la verdad, mientras maquillaba su dolor e incertidumbre.
por
Lorena Medina y Florencia Pendas
Martín Rosso es un conocido profesor de teatro, valorado en
su ambiente por su profesionalismo, pero además muy querido como persona.
Necochense de nacimiento, tandilense por adopción, entró a la facultad de
veterinarias pero tres años después y gracias al profesor de fisiología
Catalano, empezó a incursionar en el teatro y encontró allí su pasión.
Martín tiene tres hijos, Juan, Malena y Lucio. El más grande
siguió sus pasos artísticos, la siguiente fue por el lado de la comunicación
social y el más chico, está próximo a comenzar la carrera de medicina.
Martín parece un tipo tranquilo, pausado al hablar. A él lo
hemos conocido, más masivamente reclamando Justicia por su hijo Juan, cuando en
el 2019 fue denunciado por abuso a un menor en un Jardín de Infantes de nuestra
ciudad en el que era docente. Esa bomba impactó de lleno en la familia Rosso
que desde el minuto cero se puso al frente de esta cruzada durísima por que se
conozca la verdad.
"En realidad nos fuimos preparando, porque primero apareció
en facebook la denuncia, pero nunca dimensionamos lo que era, hasta que lo vi
en cana", rememora Martín ante la atenta mirada de Juan. "Al principio era una
denuncia que pensamos que no iba a prosperar porque no había motivos para que
eso sucediera, de hecho, no habíamos buscando ni abogados. Pero una vez que lo
vi detenido, ahí caí y lo que te invade es la incertidumbre de hasta dónde iba
a llegar". Con estas palabras Martín empieza a revivir los momentos de Juan
detenido y ese dolor que hoy es una gran herida vuelve a hacerse presente,
transformado en angustia.
Es que cuando un hijo sufre, a un buen padre (y a una madre)
le duele el alma, todo se desmorona a pesar de hacer el enorme esfuerzo por
intentar que eso no suceda...pasa y cuando no depende de uno que ese sufrimiento
cese, es tantísimo peor.
"El sentimiento más fuerte es la incertidumbre, cuando vos
lo vas a visitar estando detenido, siempre esperas lo peor, porque no sabes lo
que pasa ahí y todas las historias que cuentan de adentro de un penal son
terribles. No tenés cómo comunicarte, lo íbamos a visitar con esa incertidumbre
de cómo lo íbamos a encontrar. Y otro momento terrible, casi indescriptible, es
cuando te vas...lo dejas ahí, solo". Lo cuenta y no puede no emocionarse, Juan le
palmea la espalda en una mezcla de agradecimiento y acompañamiento.
Mi sensación es que recién ahora, varios años después,
Martín está acusando recibo de todo lo hecho, lo vivido y lo padecido. Porque
en ese momento el cuerpo, la mente y el corazón, responden, había que estar.
Pero los daños siguen presentes, las noches sin dormir por pensar qué hacer
para ayudar a Juan. La incertidumbre de no saber cómo estaba en el penal, con
qué gente estaba conviviendo, si lo podían cuidar...
"Creo que hay una cultura creada sobre esos lugares de
miedo, estuve ahí y veía que no era tan oscuro como me lo habían pintado en las
películas y en los libros. Y ahora cuanto más pasa el tiempo, más me doy cuenta
de que los que verdaderamente sufren el peso de la injusticia son los que
quedan afuera. Porque cuando iban a visitarme se mostraban divinos, estaba todo
bien, me contaban todo lo lindo, y hoy me sigo enterando por otras personas,
cómo vivieron mis viejos y mi familia todo ese tiempo tan duro", cuenta Juan
con su impronta histriónica y verborragica.
Luego de algo más de dos años, la causa fue a juicio y Juan
fue absuelto, pero para llegar a eso, Juan estuvo con prisión preventiva,
primero en un calabozo horrible en Benito Juárez, luego en el penal de Bárker y
el último año, con domiciliaria en la casa de su papá, un beneficio que le fue
otorgado en el contexto de la pandemia.
"Siempre supe que cuando hubiera jueces y fiscales de verdad
que estudiaran la causa se tenía que caer y llegar a la verdad, porque no había
sustento. El fiscal José Ignacio Calonje y la jueza Stella Maris Aracil, me
metieron en cana a mí, hicieron sufrir a un montón de gente y la verdad nunca
se supo, porque si a ese niño le estaba pasando algo, también había que
atenderlo", dice Juan, que nunca pierde oportunidad de nombrar a quienes siente
que le robaron la libertad y le dañaron la vida a toda su gente.
De esos primeros momentos, Martín enfatiza: "siento que nos
salvó la militancia de Justicia por Juan, nunca paramos de pensar estrategias
para revertir la condena social que se intentó instalar en un principio.
Teníamos que lograr que se sepa la verdad y que Juan era inocente". Para éste
papá no hubo obstáculos, agarró todas las herramientas con las que contaba y
empezó a tejer una red.
Todos los compañeros teatristas, docentes de Tandil y de
otras ciudades, familiares, todos movían las redes, buscaban que el tema nunca
dejara de estar en boca de todos.
Una murga hizo una canción, se hacían convocatorias de
dibujantes para subir a las redes, pidiendo Justicia por Juan, que se pudiera
conocer la problemática de las falsas denuncias a docentes. Hasta corrieron la
tradicional Tandilia, con un cartel con pedido de justicia.
Martín, el papá de Juan, nunca dudó de la inocencia de su
hijo, nunca. Y durante la tormenta estuvo ahí, erguido, por supuesto sostenido,
pero firme. No daba notas enojado, nunca mostró bronca, pero sí una enorme
necesidad de que se sepa la verdad.
Hablo con políticos, pidió intervenciones, golpeo puertas,
hizo todo. "No aflojamos en ningún momento, recién cuando lo absolvieron, ahí
pude bajar la guardia. Dormía porque no me quedaba otra, pero fueron momentos
terribles", recuerda.
Mañana Martín y Juan, los protagonistas de nuestra historia,
van a comer un asadito, compartir momentos, miradas, risas, abrazos. Eso que
durante un tiempo se les negó.
"No sé si siento que lo que pasó me puso a prueba como
padre, yo hice lo que me salió que tenía que hacer, por suerte tenía
herramientas con las que me fortalecí. No me quede, salí, porque así lo sentí y
lo volvería a hacer. Fue una situación no esperada y actué sin reflexionar,
tenía que estar con él, para él, ayudarlo", reflexiona papá Rosso.
Con la misma contundencia que su papa pedía justicia, hoy
Juan menciona que "a mí me salvo la vida que mi papá sea quien es, desde
conocer a la gente, a los medios, moverse todo el tiempo a dar esa batalla
comunicacional. Siento que, si no hubiese tenido este padre, se me hubiese
complicado, claramente me salvó el papa que tengo. Un tipo que siempre está
para el otro, que no especula, no es que te da algo pensando en recibir. Yo lo
veo y me da orgullo. Tanto él como mamá son empáticos, buena gente, solidarios,
con inteligencia emocional, transparentes. Yo me crie con eso y cada vez lo
valoro y agradezco más".
Su historia, un biodrama
En un intento de sanar y echar luz sobre esos momentos
oscuros, Juan ha hecho de su historia una obra de teatro, "Escuela Bajo
Sospecha". La obra podrá verse en el Club del Teatro (Roca 901), hoy sábado 14
a las 21 y mañana domingo a las 20.
Seguramente en primera fila, estará Martín, todavía lamiendo
sus heridas, viendo a Juan, su cachorro siendo libre y poniéndole voz a días de
silencios y gritos ahogados.
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