16 de noviembre de 2025
La inteligencia artificial (IA) es una herramienta disruptiva con el potencial para transformar positivamente la humanidad. Sin embargo, su irrupción también trae consigo riesgos latentes, especialmente en la esfera de la ciberseguridad y en el futuro de tareas laborales. Es común leer noticias de profesiones en riesgo de ser reemplazadas por la IA.
por
Lucas Moyano*
Hoy la IA ha ingresado al consultorio médico, poniendo en tensión uno de los pilares más sagrados de nuestra sociedad: la salud. La promesa es tentadora: diagnósticos rápidos, precisos y la detección de patologías con exactitud. Vemos ya el desarrollo de chats médicos y sistemas que ofrecen un diagnóstico con un simple clic.
Pero, como en todo avance tecnológico,
debemos preguntarnos: ¿Qué perdemos en el camino y que nuevos riesgos estamos
asumiendo?
Mi experiencia, y creo que la de muchísimas
personas, confirma que la medicina es, por encima de todo, una vocación de
servicio y cuidado humano. Les doy mi ejemplo más cercano: el Dr. Martín
"Bocha" Girgenti. Cuando estoy con una dolencia, la primera y
verdadera sensación de alivio no la encuentro en el resultado de un laboratorio
o un estudio o diagnostico; la encuentro en su mirada atenta, en su sonrisa
genuina y tranquilizadora, en el diálogo empático que me ofrece y en su tacto
profesional. Es ese acercamiento humano lo que empieza a sanar.
La relación médico-paciente se cimienta en
la confianza y a través de ella nos permite entregar nuestra vulnerabilidad y
seguir el consejo médico en la búsqueda de alivio. Esta cualidad se resume en
la actitud médica, un compendio de valores éticos que transforma el
conocimiento técnico en un genuino acto de cuidado humano.
Fue esa empatía, ese ir más allá del
síntoma para conocer a la persona, sus miedos y su historia, en definitiva, un
interés genuino por el paciente lo que permitió al Dr. Girgenti salvar a mi mamá.
Hoy, en la era digital, las tecnologías
disruptivas nos prometen con la solución instantánea. En esta era de la
ansiedad buscamos el cuidado inmediato y de fácil acceso, queremos el
diagnóstico ya, sin largas espera. La IA lo ofrece: lee una radiografía,
analiza el historial en segundos y da un veredicto de probabilidad. Es
eficiente, pero sin alma.
Al delegar el diagnóstico en un algoritmo,
corremos el riesgo de reducir la medicina a un simple intercambio de datos. La
máquina no experimenta la angustia, no te toma la mano, y no genera empatía con
el miedo del paciente.
Ello me lleva a efectuarme los siguientes
planteos:
Si la medicina es un acto de cuidado
humano: ¿Es suficiente el diagnóstico preciso de la IA para curar nuestra
dolencia? El diagnóstico elaborado por IA lo efectúa procesando datos, y
determina en base a la mayor probabilidad. Estos resultados son necesarios que
sean analizados por el medico a través de un juicio clínico.
Establecido el diagnostico, el arte de
curar implica la toma de decisiones terapéuticas (elegir tratamiento,
suministro de fármacos, la cirugía, etc.), el control de la respuesta al
tratamiento y la modificación del plan ante complicaciones.
El gran riesgo es reducir el paciente a
solo sus datos (historia clínica, informes de laboratorio, etc.), es perder la
valiosa y a menudo confusa información de su contexto social, emocional e
histórico, factores que son cruciales para el diagnóstico diferencial y el plan
terapéutico definitivo.
En este entendimiento la IA constituye una
herramienta óptima para acompañar al médico, permitiendo aumentar sus
capacidades, al momento de un diagnóstico, pero el arte de curar va más allá,
el medico constituye una guía y compañero en el camino de la recuperación.
¿Puede un algoritmo sustituir la
experiencia humana de un médico que transita junto al paciente, compartiendo
sus dudas, los silencios y los miedos inherentes a la enfermedad? En este caso
es donde se ve la imposibilidad que la IA sustituya al médico, ya que el riesgo
más grande que correríamos en su caso es el de deshumanización de la cura. La
tecnología no puede sustituir la experiencia humana y empática de un médico que
acompaña al paciente a través de la enfermedad. El algoritmo es una herramienta
poderosa para analizar datos y ofrecer diagnósticos, pero es totalmente incapaz
de gestionar el vínculo terapéutico y emocional.
¿Debe el medico tradicional digitalizarse?
El medico tradicional debe integrar la IA en su función ya que le va a permitir
aumentar sus capacidades, optimizar diagnósticos para luego ser evaluados con
su juicio clínico, priorizando siempre a la persona.
Uno de los aspectos que los galenos deben
tener en cuenta, y es donde mi rol como especialista en ciberdelitos y
evidencia digital me permiten visualizar, es en la protección de datos
sensibles del paciente.
El médico debe tener el consentimiento
informado del paciente para el tratamiento de datos mediante IA porque es un
requisito fundamental para proteger su autonomía, privacidad y dignidad ante
una tecnología que, aunque beneficiosa, introduce riesgos y nuevas
complejidades éticas y legales.
El consentimiento es la clave que asegura
que el paciente mantiene el control sobre su información más sensible, incluso
cuando esta es procesada por sistemas de IA.
La IA para efectuar un diagnóstico de
probabilidad, lo hace en base a un procesamiento de todo nuestro historial
clínico, pruebas de laboratorio, imágenes médicas y, especialmente, nuestros
datos genéticos. Estos datos constituyen datos sensibles conforme Ley 25326.
Para un ciberdelincuente, un archivo de
salud es el nuevo "oro puro". Supera en valor a las credenciales de
tu home banking porque con esa información pueden: Suplantar la identidad,
extorsionar al paciente con información privada de salud, afectando tu vida
personal y laboral o vender los datos en mercados ilegales.
Debemos tener presente que un ataque a un
sistema de salud no es solo representa un hackeo, es una amenaza directa a la
vida.
Aquí es donde es necesaria también la
alfabetización digital del médico que debe entender que proteger la historia
clínica y los datos sensibles es una extensión del cuidado del paciente,
constituyendo además una obligación ética.
Todo ello, me lleva a la conclusión que la
función medica es irremplazable, porque combina la ciencia con el arte de
consolar, pero si es necesaria la actualización e integración de la IA para
lograr un balance óptimo: utilizar la velocidad y objetividad de la IA para el
procesamiento de datos para efectuar.
La IA en salud no es el enemigo, sino una
herramienta fantástica. Pero para usarla bien, necesitamos que doctor nunca
abandone el juicio clínico y que tecnología sea su asistente.
Por otro lado, es necesario que los
profesionales de la salud se alfabeticen digitalmente. Deben entender que el
cuidado del paciente ahora incluye la seguridad de sus datos.
En definitiva, necesitamos algoritmos
seguros y médicos con alma y corazón.
*Especialista en Cibercrimen y Evidencia
Digital. Docente y autor del Libro Ciberdelitos, como investigar en entornos
digitales. Ediciones 1 y 2 editorial Hammurabi.
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