18 de octubre de 2025
Ser madre. Un torbellino de emociones que se descubren con el paso del tiempo. Miedos, angustias, alegrías, tristezas, necesidad de resolver, acompañar, estar. ¿Cuánto es capaz de brindar una madre?, ¿Cuál es el límite de entrega? ¿Hay una manera de medir el amor de una madre? Hoy en La Lupa Random te contamos la historia de Mili, la mamá de Lucas (paciente de salud mental), su experiencia y su definición de la maternidad.
por
Lorena Medina y Florencia Pendas
Hoy hablar de maternidades es bucear en un mundo diverso.
De equilibrios entre el tiempo dispensado a los hijos, intentando no perder de
vista que cuando una es madre, no deja de ser mujer u ocupar otros espacios que
nos hacen sentir y desplegarnos como seres integrales que somos.
Como todo, es más fácil decirlo, pero para cada quien hay
una sola verdad, la realidad. La frase más trillada que he escuchado sobre la
maternidad, es la que más repito y la que más compruebo cada vez que me cruzo,
dialogo o conozco a una madre..."no hay manuales", aprendemos con nuestros hijos
o hijas a transitar cada maternidad, que por supuesto es tan diversa e
individual como cantidad de madres habemos en el mundo.
He entrevistado a madres que han rescatado a sus hijos de
los consumos problemáticos, madres que han atravesado experiencias dolorosas de
pérdidas. Madres que han podido transformar el dolor en acción, madres que
abrazan a otras madres.
Mañana es el Día de la Madre y hace una semana se celebró
el Día de la Salud Mental, y como en La Lupa Random siempre queremos reflejar
otra mirada más, pensamos en buscar una historia que nos acerque a esas dos efemérides.
Así, en el marco de la jornada de Puertas Abiertas en Salud Mental Comunitaria,
conocimos a Alicia Machado, "Mili" la mamá de Lucas Pina, un reconocido vecino
tandilense con padecimiento de la salud mental. Siempre supimos de él y de su
papá Pascual, pero ahora nos dimos el gusto de conocer a Mili, una mujer amante
del arte que eligió la escritura y el teatro, como su hilo de conexión con todo
aquello que le permita seguir soñando, llenando de colores sus días y dándole a
su mente ese oxígeno que tanto necesita.
Casi como una metáfora de lo que Mili vive a diario en
medio del bullicio de la Murga, buscamos un lugar tranquilo para charlar, como
esos escapes que hacemos las mamas de vez en cuando para respirar hondo y hasta
- porque no- llorar.
A los 19 años, Mili se casó con Pascual y un año después,
llegó Lucas (que hoy tiene 51), "yo veía que a medida que empezó a hablar y
desenvolverse, tenía actitudes completamente diferentes a la del resto de los otros
chicos, pero en ese momento, no había alternativas en cuanto a psicología o psiquiatría
infantil, nadie me sabia decir qué era lo que le pasaba", comienza relatando.
"Yo no podía creer, no entendía. Lucas agarraba un pedazo de papel higiénico, hacia tiritas perfectas, les hacía como una puntita moldeándolas con los dedos, las ponía en las rejillas del gas los días de viento y giraba alrededor de ellas aplaudiendo...así pasaba horas. Tenía 3 o 4 años, nosotros no parábamos de buscar alguna información que nos diera un indicio de qué podía estar pasando con Lucas. Todo el mundo me daba consejos, en cuánto a poner límites por su comportamiento, reprimendas, retos. Pero yo sabía que algo pasaba, él no se integraba con grupos, de repente estaba sentado mirando por la ventana y decía no quiero que esa señora pase por la vereda de enfrente y eso le generaba una crisis de llanto. O pedía que en la tele no muestren imágenes de caballos, por ejemplo, pero tampoco quería que la apague, era una rueda que giraba y giraba, que de manera aleatoria se paraba en uno u otro lugar sin poder preverlo. Recién a los 9 años lo llevamos a un psiquiatra de adultos y a los 14 lo medicaron", recuerda.
Mili es fuerte, ella lo sabe, pero también cuenta que
pensarse como "permanente madre de un bebe", la cansa a veces.
"Lucas terminó la primaria porque era muy inteligente,
fue escolta de bandera. Pero cuando empezó el secundario, tuvo una época de
mucha violencia y de introspección, le hacían mucho bullying. En ese, momento
fui a hablar a la escuela pero me dijeron que no podían hacer nada, que eran
chicos. Creí que si Lucas dejaba el secundario me moría...y no, no me morí. Pero
fue una lucha".
Esos tiempos fueron, tal vez los de mayor angustia para
Mili. "Creo que los momentos de más tristeza fueron cuando empezó la
adolescencia, porque se puso muy violento, agredía a la gente por la calle. Yo
trabajaba en el banco en ese momento y me lo traía la policía una y otra vez. Hubo
que internarlo en Mar del Plata, lo veíamos los fines de semana. Los domingos a
la tarde lo dejaba llorando, me volvía sola".
Mientras la escucho pienso que ese mundo por el que anda
la mente de Lucas, es tan diverso como las emociones de una madre que pasa sin
escalas por angustias, miedos, llanto, alegría, culpa, mucha culpa. El discurso
que en ocasiones nos lleva a agradecer por ellos e inmediatamente después reconocer
que no podemos con todo, que no sabemos qué hacer y un segundo más tarde estamos
ensayando mil posibles soluciones.
Mili tiene una definición de maternidad que pinta su realidad
de una manera tan contundente que primero abruma, pero después, al menos a mí,
me genera empatía: "la maternidad fue un desprendimiento absoluto de mí misma.
Esta consagración no era lo que yo esperaba para mí, pero es mi realidad, la acepte.
Soy una mamá que todos los días desde hace 51 años pone el cuerpo, porque sólo
pensar en no hacerlo, me da la culpa. Perdí la espontaneidad, todo tengo que
planificarlo con mucho tiempo. La realidad me hizo madre por encima de todo".
Con los años, Mili se jubiló como empleada bancaria pero
buscó desplegar su amor por el arte, escribe mucho, lee, canta, actúa y a través
de su arte, sueña. "El arte me ayuda a sobrellevar ésta realidad, que no es fácil,
porque no tuvo intervalos. Lucas es una persona que necesita y siempre va a
necesitar, ciento por ciento de atención".
Lucas es amoroso, respetuoso y su hermano Gustavo, también.
Ellos, seguramente son el resultado de que, con errores y aciertos; con dolores
y satisfacciones; con ganas y a veces sin ellas, Mili está ahí, para ellos, con
ellos, porque reconoce que "hay una sola manera de salvar, que es el amor. Nosotros
con Pascual tomamos la decisión de hacernos cargo de esta realidad que nos tocó,
acompañar, estar, brindarnos. Tampoco fue fácil para su hermano menor, se
necesita mucho amor, renunciamiento, aceptación y encontrar alguna salida
personal. Ser madre es un sentimiento que sólo podés experimentarlo, siendo
madre. No hay ninguna otra situación que se le asemeje. Es el pensamiento
permanente de acción en función de los hijos".
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