31 de julio de 2011
ADELA SACCO DE PINO
Cuando contaba con 74 años de edad, el 9 de julio falleció Adela Sacco de Pino, causando dolor y angustia entre su círculo familiar y de amigos.
Adela nació en Río Negro el 28 de agosto de 1931; a los 15 años se vino a vivir a esta ciudad, donde conoció a Néstor Oscar Pino, con quien se casó a los 24 años, fruto de ese amor nacieron sus seis hijos, de los cuales cuatro son mellizos: Carlos Alberto, Néstor Oscar “Lelo”, María Cristina “Negra” y Miguel Angel, a quienes les infundió su visión positiva de la vida.
Sus restos, previo velatorio, recibieron inhumación en el Cementerio Municipal.
Dedicatorias:
-“Viejita linda, porqué nos dejaste, nos parece mentira que no estés más entre nosotros. Te fuiste tan pronto… tu partida fue repentina y dolorosa, va a ser muy duro seguir.
Tus hijos te van a extrañar mucho, tus nietos y bisnietos, las tardes de verano cuando nos esperabas con tus ricos mates.
Pero sabemos que te encontraste con tu viejito por eso estamos contentos porque sabemos cuánto esperaste ese momento de reencontrarte con ese hombre que tanto amaste y extrañaste.
Te recordaremos como siempre por el resto de nuestra vida, siempre fuiste una luchadora.
Tus hijos, nietos, nietos políticos y bisnietos”.
“A mi abuela Adela: hoy es un día triste en la vida de las personas que te conocimos, Abuelita, es que eras tan buena…
Abuelita, te voy a extrañar tanto que voy a hacer de cuenta que te mudaste y que va a pasar un tiempo en verte. Pero en algún momento te voy a ver y se que adonde te mudaste ahora, estás donde querías estar, al lado del abuelo.
Abuelita te digo algo que creo que no te dije. Te amo y te amaré hasta que nos volvamos a ver. Hasta pronto Abuelita. El nieto más viejo: Quique”.
EMILCE MERCEDES ARDISSONI DE ECHEVERRIA
El 5 de julio falleció en nuestra ciudad Emilce Mercedes Ardissoni de Echeverría, una querida y estimada mujer que contaba con 79 años de edad.
Nació en Tres Arroyos el 18 de agosto de 1932; más tarde pasó sus años de adolescencia en estación La Pastora, junto a sus padres Sara Perco y Miguel Ardissoni.
En plena juventud contrajo matrimonio con José María Echeverría y tuvieron dos hijas: María Emilce y Cecilia Inés; con el paso de los años se sumaron sus hijos políticos Sergio Sánchez y Hugo Herbón, y más tarde sus nueve nietos y tres bisnietos.
Su actividad laboral la dedicó junto a su hermana Elida y luego en Escribanía Zubiaurre, donde estuvo muchos años, cosechando innumerables y afectuosas amistades.
Después se dedicó a su hogar y su familia, colmando todos los rincones de cariño, bondad y amor, que era lo que siempre transmitía.
Sus seres queridos ruegan una oración en su memoria y desean que descanse en paz.
Sus restos, previo velatorio, recibieron inhumación en el Cementerio Municipal.
ELIDO ELOY TORRES
Cuando contaba con 71 años de edad, el 9 de julio dejó de existir Elido Eloy Torres, causando un profundo dolor entre sus familiares y seres queridos.
“Pocho”, como le decían sus amigos, nació en María Ignacia (Vela) el 21 de abril de 1940 y sus seres queridos lo recuerdan así:
Querido Pocho: toda la familia extrañará tu presencia, pero sabemos que junto a Jesús calmarás penas y tristezas que invadían tu alma y encontrarás la paz que tanto ansiabas.
Creciste junto a tus hermanos y paso a paso fuiste encontrando en tu profesión amigos que hoy también están elevando una oración para que tu encuentro con Dios sea el que esperabas.
La vida te regaló el amor de una hermosa hija y la presencia de nietos y bisnietos que supieron alegrar tu corazón y amarte como te merecías.
Sus restos, previo velatorio, recibieron inhumación en el Cementerio Municipal.
Dedicatoria: “Cuando yo me vaya, no quiero que llores, quédate en silencio, sin decir palabras, y vive recuerdos, reconforta el alma.
Si sientes mi ausencia, no pronuncies nada, y casi en el aire, con paso muy fino, búscame en mi casa, búscame en mis cosas.
Si me extrañas mucho, disimula el acto, búscame en mi hija, en mis nietos, en mis buenos sobrinos o en mis queridos hermanos.
No pronuncies nunca la palabra muerte. A veces es más triste vivir olvidado que morir mil veces y ser recordado”.
LYDIA ESTHER BARBERIA
El pasado 18 de julio falleció en nuestra ciudad Lydia Esther Barbería viuda de Sánchez, una querida y recordada vecina que supo ganarse el afecto de quienes la conocieron.
Lydia, nació en Claraz el 13 de noviembre del 1926 y desde muy chiquita se dedicó a tareas rurales. Durante su infancia se trasladó a un campo ubicado en Azucena y en esa localidad conoció a quien fue el amor de su vida, Esteban Roque Sánchez, con quien se casó y formó una familia ejemplar. De ese matrimonio nació Fernando, quien fue su único hijo.
De Azucena se trasladó siendo muy joven a Estación Iraola en donde se dedicó a su comercio de ramos generales. Si bien su vida transitó por las tareas en su negocio y el hogar, también tenía tiempo para dedicarse a su comunidad. A tal punto que fue una de las artífices de la construcción y posterior inauguración de la sala de primeros auxilios de Iraola.
Ya viuda, hace un par de años se mudó a nuestra ciudad a la casa de su hermana en donde vivió hasta que falleció.
Su hijo Fernando, sus nietos María Fernanda, María Luisiana y Emiliano, sus bisnietos Felicitas, Francisco y Luciano, hoy la recuerdan con amor y ruegan una oración en su nombre.
ANGELICA RODRIGUEZ DE ARIAS
“Escribir sobre Angélica es para mí un orgullo y una pena que cala hondo. Conocí hace 22 años a esta mujer, de sangre española y espíritu libre, que parecía vivir en la época equivocada.
Angélica era un ser especial, activa, vivaz, amaba la juventud, la música, la gimnasia y de Tandil, el centro de la ciudad. Es especial fanática de Boca Juniors y afiliada radical de toda la vida. Tan identificada estaba con ese particular barrio de esta ciudad, el centro, que eligió vivir allí el último cuarto de siglo.
Vecina del Monarca de calle San Martín, disfrutaba de charlas con sus cajeras, con la portera Mimí, sus clases de yoga, su sábado de peluquería.
En 1994 se corazón fue puesto ante la peor prueba para una madre, cuando hace 17 años perdió a su único hijo: Marcelo. Pero su fortaleza y la imaginación de Angélica, que siempre nos contaba, que para ella Marcelo estaba de viaje, la guareció de la tristeza, la desesperación y la soledad, la hizo honrar cada día con la simpleza de su rutina, de su amor por la vida.
Su familia de origen fue grande, creció en el campo y luego en Tandil, se casó con Tito Arias y dedicó su vida a la frutería que explotaron durante treinta años. Allí la recuerdan muchos vecinos de la calle 9 de Julio y Mitre, sus anécdotas eran divertidas, Tandil era aún una ciudad chica donde los comerciantes eran pocos.
Puedo decir que, ya jubilada, cuidó a dos niños, de su querido sobrino: Santucho y Analía a quien adoraba, con su amor y entrega hasta que se fueron a la Universidad sus queridos Mariela y Matías, las travesuras de este último habían quedado marcadas en su memoria, las disfrutaba.
Más tarde, llegaron los nietos del corazón, mis hijos Tomás, Irina, “Patito” y la pequeña Magalí, con los que jugaba, atendía sus caprichos y reía; el mayor era su compañero en su departamento del centro, le preparaba la comida, lo mimaba, la visitaba al kiosco, para él la “abuela Angélica” era su refugio y era el rey.
La alegría que me daba ver a Angélica con ellos, cuando llegaba el Día del Niño, verla bajar del auto con sus enormes paquetes, producía el delirio de los niños.
Durante el año pasado, los embates del tiempo comenzaron a afectarla, la vista casi perdida, su cabecita nos preocupaba y comenzamos a buscar ayuda, llegó de los médicos un diagnóstico triste. Quiero destacar la calidez de Miryam Guevara en este proceso. El hogar “Tierra de Sueños” fue su última residencia, donde la mimaron y atendieron Marcela, Irene y Adriana, en todo lo que podían hacer para aliviar sus dolores.
Pero el lunes 11 por la noche, su corazón se detuvo y partió de este mundo, dejando un vacío en Gloria y María, sus sobrinas que le decían “tía Tacha” y en Santo y Analía.
Aprendimos todos de su ejemplo de entereza ante las adversidades más dolorosas: la muerte y el abandono”. Tu hija del corazón, Magdalena.
ALBERTO JOAQUIN VEGA
En la ciudad de Mar del Plata, donde estaba radicado, el pasado miércoles 6 del corriente dejó de existir el doctor Alberto Joaquín Vega, un conocido y respetado profesional, que contaba con 76 años.
El doctor Vega llegó a esta ciudad en 1972. Venía de formarse como médico Residente en Anatomía Patológica en los Estados Unidos de Norteamérica por 5 años y de haber ejercido la docencia en la UBA.
Inmediatamente se integró a la comunidad, como el primer médico patólogo de ésta ciudad, destacándose en el medio privado y público, siendo el primer Jefe de Servicio en la materia del Hospital Ramón Santamarina por concurso.
Se ganó el respeto de sus colegas y pacientes muy rápido. Era un eximio especialista. Recto, cordial y respetuoso. La ciudad se encontró con un gran patólogo.
En el hospital, fue, durante 23 años la palabra de última instancia, quien definía el tratamiento a seguir por la precisión de sus diagnósticos. Su laboratorio del nosocomio era un desfile permanente de colegas, en especial cirujanos, quienes se nutrían con su opinión.
Abierto al criterio de todos. Impregnaba sabiduría con la mayor humildad, y así ocurría en los ateneos científicos (frecuentes en la década del 80). Su palabra era tan respetada como su persona.
Si algún colega le pedía traducciones del y al inglés, para interpretar y enviar trabajos en ese idioma, con desinterés y nobleza gustosamente aceptaba.
En 1995, por estrictas causas de dignidad y ética, en medio de un conflicto hospitalario irracional, renunció al cargo legítimamente obtenido por concurso, perdiendo su impecable carrera hospitalaria y sus aportes jubilatorios. Fue un compromiso de asamblea y cumplió su palabra. Así era Alberto Vega, un hombre, un científico con principios.
En 2002, decidió jubilarse, quedando su esposa Marisa Pizzo como patóloga en el laboratorio privado que compartían, hasta que fue llamada a participar en un laboratorio de excelencia de Mar del Plata, en 2007. Allí transcurrieron sus últimos años, ciertamente muy felices.
Alberto, fuiste un ejemplo. Honraste la profesión y la vida.
Tus hijos y tu esposa pueden estar orgullosos en la hora de tu partida.
Querido amigo, maestro, descansa en paz”. Doctor Pablo R. Maglione
ALFREDO EUGENIO VENER
Cuando contaba con 86 años, luego de tener que soportar una corta dolencia, el 19 de julio falleció en nuestra ciudad Alfredo Eugenio Vener, un conocido y respetado hombre de nuestra comunidad.
Alfredo nació en esta ciudad el 17 de julio de 1925; era el tercero de una numerosa familia, conformada por sus hermanos: Octavio, Carlos, Jorge, Oscar, Antonio, Alberto, Irma, Susana, Blanca, Juan (f), Dora (f) y Leonor (f).
Su actividad laboral comenzó en febrero de 1948 cuando ingresó como empleado de la filial local del Automóvil Club Argentino, ubicada en la esquina de calles General Rodríguez y Belgrano, donde estuvo hasta 1990, cuando se retiró como concesionario.
En su juventud, se casó con Luján Araceli García y fue muy buen padre de su hijo: el hoy abogado Alfredo Octavio, quienes lamentan profundamente su partida y elevan una plegaria por el eterno descanso de su alma.
Sus exequias, previo velatorio, se efectuaron en el cementerio parque Pradera de Paz.
SERGIO DANIEL ARIBE
El 8 de julio falleció en nuestra ciudad Sergio Daniel Aribe, una querida persona que contaba con 31 años de edad.
“Popi” Aribe nació en el barrio La Movediza el 13 de septiembre de 1979; desarrollando su actividad laboral como facturero y quería vivir, pues sabía que dejaba sin su protección a su familia, que había conformado junto a su esposa Leticia Noelia Juárez y sus cuatro hijos: Axel, Lucas, Brisa e Iñaki, quienes hoy lamentan profundamente su partida y piden una oración en su memoria.
LEONOR ALBA RECHE DE HEER
“El pasado sábado 16 del corriente, apenas finalizado el partido de Argentina, decidiste partir. O alguien lo decidió por vos… te fuiste y nos dejaste a todos acá. A tu amor de toda la vida, a tu muchacho, al negro, que a pesar de todo lo que le toca vivir ahora confió en que te va a seguir amando siempre, porque lo de ustedes sí que es amor eterno.
Dejas a tus hijos: María, Guillermo, Mercedes, Ana y Juan, a los que les diste la vida y ellos dieron todo para que te puedas recuperar.
Nos dejaste a nosotros, tus nietos, sin embargo hay cosas que van más allá de la vida y la muerte, y nosotros nunca vamos a dejar de quererte y recordarte.
En realidad es tan difícil saber qué decir en este momento; los otros se lamentan y solo repiten frases hechas como si nuestro dolor se acababa con tan poco. Lo único que yo se, es que no voy a contar tu biografía, aunque se que eso en algún punto te gustaría.
Si quizás estás viendo todo esto desde algún lugar, comprenderás nuestra tristeza profunda por tu partida, duele tanto haber sentido tu lucha tan fuerte durante tres eternas semanas, para que de un instante a otro la esperanza quede truncada.
De a poco cayeron todos los sueños, las expectativas y las ilusiones, y entendemos (o tratábamos de entender) que de esa forma dejaste de sufrir, que ahora estás tranquila y te reencontraste con esa parte de la familia que tanto decías extrañar.
Sin embargo, nada parece solucionar ni remediar la angustia que genera tu ausencia. Solo puedo pensar en los buenos momentos, y se mezclan leves sonrisas con lágrimas que inundan el alma. Recuerdo tus últimas y confortables risas, tu voz, tu calor, todavía siento cómo tu mano hace solo unos días apretaba la mía.
Estás tan presente en cada pensamiento, en cada recuerdo, en cada uno de nosotros. En los escarpines celestes que alguna vez me tejiste…
Tu salto de cama a la mañana, bien temprano, cuando te levantabas para no perder la rutina de las necrológicas de todos los días. Tu pasión por guardar cajas, sobres, diarios, bolsas, papeles, como si fueran recuerdos que no querías olvidar.
La sopa calentita y las verduritas. Estabas en todos los detalles y siempre acercándome la luz. Todo el año vivías con frío, nunca podías estar desabrigada, hasta dormías con sueter y muchas frazadas.
Ahora, decir que te extrañamos y que te queremos parece que no alcanza. No existen palabras para demostrar lo que sentimos.
A pesar de tu ausencia estás más presente que nunca; lo único que queda es recordarte con amor, un amor más allá de todo, que no termina con tu partida; entonces, lo que queda es sonreír y seguir con más fuerzas hacia adelante”.
JUAN RODOLFO RODRIGUEZ
“Quiero recordar al papá de “antes”, al papá lleno de vida. Y son miles las imágenes que inundan mi recuerdo. Papá que llegaba a caballo, o en bicicleta. Pocas veces en auto. Papá de gorra y de bombacha de campo. Curtido de sol. Buen mozo con esos ojos claros que desde su silencio decían todo.
El que llegó a Napaleofú desde muy joven y allí se radicó.
El que trabajó muchos años en la balanza, el que esperaba cada 28 el remate de hacienda con el entusiasmo de una tarea que lo complacía.
La vida le dio cuatro hijas. Y se adaptó al juego de muñecas sin poder gambetear una pelota. Y se sintió orgulloso de ser padre. Y sufrió, como sufrían los hombres de antes, en silencio y con pocas lágrimas, la muerte de su hija más joven.
Muchas veces lo veía en su caballo cuidando las vacas con la mirada lejana, como perdida en esa inmensidad de cielo, y yo imaginaba su mente dispersa en otros tiempos. Cuando su casa y su corazón estaban radiantes.
Tuvo la suerte de que un manojo de once nietos y seis bisnietos volvió a llenar de risas y algarabía su patio y atenuó la congoja que había cambiado la expresión de su rostro.
Quiero recordar al papá que hacía los mejores asados. Era una postal esa imagen del asador en el fuego. Y era un encanto verlo a él, atizando las brasas, arrimando los leños. Ese asado que siempre estaba a punto con el aroma, con el color, con el sabor.
ソCómo olvidar su figura entre los surcos de la quinta? Cuidaba celosamente sus plantas de tomates, el almácigo de lechuga. Daba gusto verlo con la azada.
Ordeñar la vaca cada mañana, era otra de sus rutinas. Y verlo salir del corral con el balde lleno de leche espumosa era una estampa de otro tiempo.
Entre otras cosas, le gustaba andar al aire libre, jugar a los naipes y mirar partidos de fútbol.
Papá, siempre fuiste un modelo para tus hijas y tus nietos. Trabajador, honrado, generoso. Y te fuiste dejando el mejor ejemplo de vida: hacía unos meses que no podías caminar, sin embargo aunque te trasladabas en una silla, llevabas en tu mano como un símbolo de perseverancia, de fe, de optimismo, el bastón que usaste los últimos años. 。Qué mensaje papi! Nos estabas diciendo que nunca hay que darse por vencido, que la esperanza debe mantenernos en pie.
Ya no estás aquí, pero estás. Estás en cada cosa que te pertenecía: tu silla con almohadón, tu vaso, tu cuchillo de asados, tu lazo, tu gorra... Estás presente en nuestras conversaciones porque es imposible para mamá después de 56 años juntos, referirse a algo sin incluirte, es imposible para nosotras, tus hijas, y nuestras familias, recordar vivencias sin tenerte presente.
Gracias papá por tu trabajo diario que no supo de las inclemencias temporales del campo porque la capa negra y las botas hacían frente a la lluvia…
Gracias papá por tu voluntad y tu anhelo de superación.
Gracias papá por tu visión de futuro y tu esfuerzo para que forjáramos el nuestro…
Gracias papá por tu amor desinteresado, por tu protección, por tu ejemplo…
Duele tu partida, se te extraña, uno se siente incompleto. Pero te sabemos en paz, seguramente cabalgando con la libertad del viento. Lleno de ternura y fortaleza. Ganándole al olvido porque nunca se olvidan los ídolos. Y vos, lo fuiste y lo seguirás siendo en nuestros corazones.
Gracias papá!”.
ANTONIO GIAMBERARDINO (COCO)
El pasado 22 de julio en la ciudad de Mar del Plata, donde residía desde su juventud, inesperadamente a la edad de 74 años falleció Antonio Giamerardino.
“Coco”, como le decían sus amigos y seres queridos, había formado una gran familia en la ciudad balnearia conformada por su esposa Magdalena Laso y por tres hijos: Marcelo, Gustavo y María Laura; que hoy con sus hijos políticos Silvina y Gustavo; y nietos Rocío, Nicolás, Ramiro y Bruno (residentes en Mar del Plata).
Todos ellos, siempre se mantuvieron unidos a Nélida, Blanca y su hermano político Alberto, quienes viven en la ciudad de Tandil.
Todos ellos, lamentan profundamente su partida. Sus restos desde el 23 de julio descansan en el cementerio La Loma de la vecina localidad.
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Merendero Irupé