3 de mayo de 2025
Por primera vez en su historia, el Tandil Auto Club, tuvo girando en su kartódromo a un piloto con síndrome de down. Hoy La Lupa Random te presenta a Lucas Tomasi, un entusiasta de todo lo que se le proponga, se subió a un karting y atravesó las barreras (que no eran propias) del miedo y el prejuicio. Una historia de oportunidades y superaciones.
por
Lorena Medina y Florencia Pendas
Lucas Tomasi tiene 18 años y una sonrisa que ilumina cualquier
ámbito. Lucas nació con síndrome de down y en un primer momento despertó en sus
padres Alejandra y Mauricio un sentimiento de incertidumbre tan grande que la
pregunta más difícil que se hicieron fue: "¿será feliz?"
Lo que no imaginaron por ese entonces, fue que Lucas no
sólo sería muy feliz con cada experiencia, sino que sería el motivo de
felicidad para muchas otras personas.
"En un primer momento, su llegada fue un baldazo de agua fría,
no sabíamos para donde salir corriendo, nosotros no teníamos ninguna
experiencia de chicos con síndrome de down cerca, pero bueno fue ir dándole oportunidades
y dárnoslas nosotros también. Hoy sabemos que Lucas vino a alegrarnos la vida",
rememora Alejandra, su mamá.
"Desde que nació siempre hizo todo, su trayectoria desde
maternal en instituciones educativas. Hoy, está terminando el Centro de
Formación Laboral (CFI). En lo social, siempre hizo de todo, tiene tres
hermanas que han sido sus grandes estimuladoras. Le gusta bailar, tocar el
bombo, cantar, hacer deportes, y con Ale (su mamá) siempre le hemos permitido e
impulsado a que haga. Muchas veces a pesar de nuestros miedos", cuenta Mauricio
Tomasi, su papá, quien además es colega y tiene su espacio en Radio Tandil en el equipo de Acelerando a Fondo.
Esta dupla, de Lucas y Mauricio vivió una Semana Santa que
quedará en el recuerdo de ellos y en la historia, como un enorme paso hacia la integración
de personas con discapacidad en un deporte de riesgo. El sábado 19, sin miedo
al éxito, Lucas, se subió a un karting y giró en el kartódromo "Juan
Carlos Espelet" del Tandil Auto Club.
No es algo que sucedió de la noche a la mañana, pero la
insistencia de su papá, la valentía y ganas de Lucas y el acompañamiento de
mucha gente lo hicieron posible. Una especie de cadena de amor y buenas
intenciones que tuvieron como resultado, la brillante y contagiosa sonrisa de
Lucas.
"Yo ando en el tema de las carreras hace muchos años (más
de 20 años en su rol de periodista) y él siempre me acompaña, le encanta
caminar por los boxes, charlar con los pilotos y de a poco se fue
acostumbrando. Hace dos años Claudio Cabrera, uno de los responsables de la categoría
KTS le dijo a Lucas que él le iba a prestar un motor para poder girar. Y ahí
empezamos a pensar en la posibilidad de poder, algún día, concretar ese sueño",
cuenta Mauricio, un apasionado del automovilismo.
Si bien el deseo estaba, los tiempos no se daban porque
cuando se organizaban pruebas en el kartódromo tandilense, Mauricio viajaba a
transmitir carreras afuera y no podía estar.
El 19 los planetas se alinearon, las pruebas iban a ser
el fin de semana anterior, pero por la lluvia pasaron para el sábado siguiente.
"En la semana me llamo Walter Repetti, un chico de Oriente piloto del TC del 40,
diciéndome que venía a las pruebas a traer a su hijo Uriel, y me preguntó si
quería que nos prestaran el karting y el equipo para que Lucas pueda correr. Así
se dio", cuenta Mauri ante la atenta mirada de Alejandra, que sufrió un poco
por la iniciativa tuerca.
Ante este papá emocionado hasta las lágrimas, no dejamos
de pensar en el desafío al que Lucas se enfrentó. A diferencia de otros
deportes, en este caso, estaba al mando de una máquina, con los recaudos de tener
el acelerador trabado y de entrar a pista solo (fue acompañado por un karting
que lo custodiaba a la distancia por cualquier imprevisto). Pero con la complejidad
de tener que coordinar movimientos, decidir, pensar qué es lo que tiene que
hacer, resolver, respetar la pista, no asustarse. "Respondió de manera fantástica,
y va a seguir respondiendo. Para mí es algo distinto, siempre quise que él
pueda subirse y lo logró. Y esto me sigue dando la pauta de que toma cada
oportunidad que, además, le enseña a desenvolverse en muchas otras cosas."
Para los que conocemos ahora esta historia y en este
presente en el que mucho se habla de inclusión, no tenemos dudas de que la vivencia
de Lucas arriba de un karting es un nuevo motivo para seguir pensando en que
todos tengan su oportunidad y siempre el deporte es una puerta abierta para
educar, convivir e incluir.
"Tengo que agradecer también a la gente del Tandil Auto
Club, que permitió que por primera vez en 86 años un piloto con síndrome de
down pueda rodar en el circuito. Mario Gigena, Pedro Taranto, Oscar Villar y
todos los directivos, que permitieron esta experiencia".
La charla con Mauricio y Alejandra fue extensa, pero mientras
charlamos, Lucas despliega cada uno de sus dones. El baile al ritmo de LuckRa y
BZRP, nos muestra el bombo que le regaló Fabián Etchevarne, una pelota de rugby
y una de fútbol. En cada performance los ojitos le brillan y se pone colorado
cuando su mamá habla de lo lindo y simpático que es.
Sólo suelta alguno de sus accesorios preferidos para
abrazar a su papá con quien tiene una relación tan estrecha como amorosa, que,
además, no oculta. Lo acaricia, le da besos, le toma las manos, y hasta se
enoja con su mamá cuando cuenta alguna experiencia y no nombra a su papá.
Pasaron 18 años y esa nube de incertidumbre y angustia se
fue disipando a fuerza de amor. Hoy Lucas tiene todo por delante y por donde
vaya hay un abrazo disponible para él, no por su condición, sino por el ser
luminoso que es.
"A partir de esto, me gustaría que quede demostrado que
los chicos pueden, que no hay que tener miedo para no limitarlos. Brindarles
los espacios y herramientas necesarias para que puedan superarse", cierra
Mauricio.
Como siempre cuando terminamos de hacer una nota, con Florencia, nos vamos reflexionando, pensando en qué vamos a contar y cómo. Esta vez nos quedamos con la imagen de amor que transmite Lucas. Nos subimos al auto y corrió a la par nuestra hasta la esquina y desde ahí, nos saludó con la mano, con sus ojitos brillantes y su hermosa sonrisa luminosa.
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